En aquel
tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantó
la voz, diciendo: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te
criaron.»
Pero él repuso: «Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»
Pero él repuso: «Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»
Si realmente
creyéramos. Hoy nos ocurriría como con la Virgen. La palabra de Dios se hizo
carne. Tomo vida en ella. Qué bien lo sabe el Señor y que clarito nos lo deja.
La palabra de Dios tiene la capacidad performativa. Realiza, actúa en nosotros,
aquello que leemos. No llega vacía al cielo de vuelta después de actuar. Es como
la lluvia que tanto necesitamos ahora. Nosotros estamos sedientos, yo por lo
menos, como tierra reseca. A pesar de cultivar la oración, de rezar a diario,
el ambiente en que vivimos evapora rápido el agua o el rocío mañanero que nos
llega con la oración. Por eso es preciso la lectura asidua de la palabra de
dios, bien a través de los puntos, de la lectura de alguna biografía de santos
o de la biblia directamente. Creyendo que la palabra está viva, que Jesús está
presente cuando la leo, que la dice para mí. Porque en Él está ya todo presente
al estar resucitado. Todo se actualiza.
Tenemos que
pedir esta fe. Esta fe que hoy celebramos y que se representa en esa columna,
el Pilar. Nuestra fe tiene como fundamento la roca de los apóstoles. Ellos
transmitieron eficaz y verdaderamente la palabra y más en esta España nuestra.
Esta sería una segunda idea para la oración. Que fe transmito, que palabra
testimonia mi vida. Ella desde ese pilar nos llama la atención y nos encomienda
hacer lo que Él nos diga. De ahí la necesaria escucha.
Repetir el
salmo:
El Señor me ha
coronado,
sobre la columna me ha exaltado.
sobre la columna me ha exaltado.
A ella que es
la más humilde. Que se ha hecho pequeñita. Cuanto nos cuesta el testimonio de
la vida ordinaria. De ponernos el delantal para servir en lo cotidiano.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Pedir y no
cansarnos de pedir. Señor ilumina nuestras inteligencias. Fortalece nuestros
corazones.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
Llevar a los
demás la paz. Yo me conformaría con eso. Señor haz Tú la paz en mi corazón.
Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.
Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.
Y si hoy me
concede saborear su dulzura. ¿Qué más puedo pedir en la oración?
Él me protegerá en su tienda el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca.
Él me protegerá en su tienda el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca.
Recordamos
finalmente esos días en el circo de Gredos en esos atardeceres suaves junto a
la Virgen, escondida en la roca.