TIEMPO DE UNA ESPERA ACTIVA Y VIGILANTE
El Evangelio de este día nos indica el
camino para adentrarnos en la oración, pues une petición y vigilancia.
Precisamente cuando oramos es cuando se
aviva en nosotros esta actitud del cristiano: LA VIGILANCIA.
¿Por qué tenemos que vigilar
permanentemente en nuestras vidas?
Los motivos para hacerlo nos pueden
servir en este día para guiar nuestra oración:
1. El primer motivo nos lo indica el Señor, pues nos dice que a la hora que
menos pensemos se puede colar el ladrón y robar en nuestra casa, en nuestra
alma.
2. También tenemos que estar vigilantes porque estamos hechos de una
naturaleza frágil y nos cuesta responder adecuadamente a cada situación que se
presenta en la vida.
3. Tenemos nuestros defectos dominantes que nos juegan malas pasadas y nos
impiden dejar fluir a la gracia en nuestras vidas, a la vez que también hacemos
sufrir a los que viven a nuestro lado. Atentos a ellos podemos salir al paso y
tenerlos controlados
4. Por otra parte, Dios está siempre mandándonos signos de su amor y gracias
actuales que nos ayudan a vivir según su voluntad. Cuando estamos distraídos, o
sea, no vigilantes, pueden pasar sin que nos percatemos del bien que ese nos
brinda.
5. Cuando un corazón está atento y en vela capta con mucha más facilidad las
necesidades de los que nos rodean y podemos ejercer la virtud de la caridad con
más facilidad.
Si estos cinco puntos los rumiamos al
calor de la oración, nuestra vida experimentará un crecimiento interior muy
notable.
No estemos ociosos y, mucho menos,
dormidos esperando al Señor que tarda, pues esta actitud nos llevaría a actuar
como nos dice el Evangelio de este día, mirando solamente a las cosas de aquí
abajo: comer, beber, pegando a los criados y a las muchachas.
Que la Virgen nos estimule a la
vigilancia activa y a la espera anhelante.