Lectura del libro de Nehemías (8, 1-4a. 5-6.
7b-12)
En aquellos días, el pueblo entero se
reunió como un solo hombre en la plaza que está delante de la Puerta del Agua y
dijeron a Esdras, el escriba, que trajese el libro de la ley de Moisés que el
Señor había dado a Israel. El día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras
trajo el libro de la ley ante la comunidad: hombres, mujeres y cuantos tenían
uso de razón. Leyó el libro en la plaza que está delante de la Puerta del Agua,
desde la mañana hasta el mediodía, ante los hombres, las mujeres y los que tenían
uso de razón. Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura del libro de la
ley. El escriba Esdras se puso en pie sobre una tribuna de madera levantada
para la ocasión. Esdras abrió el libro en presencia de todo el pueblo, de modo
que toda la multitud podía verlo; al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie.
Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo respondió con las
manos levantadas: «Amén, amén». Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro
en tierra. Los levitas explicaron la ley al pueblo, que permanecía en pie.
Leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de
modo que entendieran la lectura. Entonces el gobernador Nehemías, el sacerdote
y escriba Esdras, y los levitas que instruían al pueblo dijeron a toda la
asamblea: «Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes
ni lloréis» (y es que todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la
ley). Nehemías les dijo: «Id, comed buenos manjares y bebed buen vino, e
invitad a los que no tienen nada preparado, pues este día está consagrado al
Señor. ¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!». También
los levitas tranquilizaban a todo el pueblo, diciendo: «¡Callad, no estéis
tristes, porque este día es santo!». Así que el pueblo entero se fue a comer y
beber, a invitar a los demás y a celebrar una gran fiesta, porque habían
comprendido lo que les habían enseñado.
Salmo responsorial
(Sal 18, 8. 9. 10. 11)
R. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.
R. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.
La ley del Señor es perfecta y es
descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. R.
el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. R.
Los mandatos del Señor son rectos y
alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. R.
la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. R.
La voluntad del Señor es pura y
eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. R.
los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. R.
Más preciosos que el oro, más que el oro
fino;
más dulces que la miel de un panal que destila. R.
más dulces que la miel de un panal que destila. R.
Lectura del santo
evangelio según san Lucas (10, 1-12)
En aquel tiempo, designó el Señor otros
setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y
lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros
pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en
camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa,
ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis
en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz,
descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la
misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su
salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en una ciudad y os
reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y
decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”. Pero si entráis en una
ciudad y no os reciben, saliendo a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de
vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre
vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado”. Os digo que
aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad.