Cerramos el mes mariano, el mes del
rosario, y el mes misionero, el mes del Domund, un mes que iniciamos con la
fiesta de santa Teresita y el recuerdo del venerable P. Morales.
Lo primero, si te parece, hay que dar
gracias por lo que has vivido, por tanto, derroche de gracias. Fíjate en la
compañía de los santos cercanos: Primero Teresita, que es una ayuda constante,
un recordatorio entrañable del amor misericordioso de Dios (…aunque hubiera
cometido todos los pecados, me arrojaría a ese horno de amor que es el corazón
de Dios -nos dice con seguridad y confianza) y, luego, el P. Morales, que te
invita a dejarte hacer por Dios, a no ser personita, creyendo que eres tú quien
se hace santo con sus fuerzas, a no cansarte de estar empezando cada día… y,
sobre todo, a confiar en la poderosa y maternal intercesión de la Madre.
Fíjate, también, en el Domund: ¿Qué te
dice? Pues que eres un elegido, un privilegiado, porque tú eres hijo del Padre,
hermano de Jesucristo, tú ya estás bautizado y gozas de la benevolencia y la
mirada cariñosa de Dios sobre ti. ¡Estás de enhorabuena! ¡Sabes de dónde vienes
y sabes a dónde vas y conoces el camino y cómo recorrerlo! ¡Estás en el día, no
en la oscuridad!
Y después de dar gracias, seguro que el
ideal de ser santo reluce con más brillo. Y si no, mira a la gran fiesta del
día 1 de noviembre. ¡La multitud incontable de los santos de cada día, de la
puerta de al lado! Sí, a muchos los has tratado: Cruzados, militantes,
familiares y amigos… Su cercanía te anima y estimula. También te urge su
ejemplo: Si ellos lo hicieron, ¿por qué yo no? Solo hay una condición, quererlo
de verdad, con todo el corazón. Pídeselo a la Virgen: Madre, hazme santo para
que te alegre y muchos jóvenes, muchos hombres y mujeres se salven para
siempre. Un único amor es el decisivo: Amor a Cristo, sobre todo. Pídelo y se
te concederá.
Santa María, reina de los santos, ruega
por mí.