Habiendo pasado tres días del
aniversario del día de la partida a la casa del Padre de Nuestro Venerable
Padre Morales y la Memoria de Santa Teresita del Niño Jesús; adalid de nuestro
Movimiento y Cruzada de Santa María, tratamos de pedirle a nuestra Madre que
nos haga pequeñitos y nos vaya fortaleciendo con esa savia carmelitana como
decía el Padre Morales.
Humildes y penitentes como el publicano
en comunión con la Iglesia en la conmemoración de la memoria e intercesión de
San Francisco; fundador de la orden franciscana, patrón de Italia. Comenzamos
poniéndonos en presencia del Señor y Nuestra Madre y pidiendo que todas
nuestras intenciones y operaciones sean puramente ordenadas para la gloria,
servicio y alabanza de Nuestro Señor.
Haciendo eco de la lectura del Libro de
Baruc, podemos pedir también perdón al Señor porque pecamos contra Él, no
haciéndole caso, desobedecimos al plan trazado por Dios para nuestra vida;
sirviendo a tantos dioses ajenos, así como el valernos en nuestras solas
fuerzas y criterios. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre; nos repite el
salmo y que tu compasión nos alcance pronto, pues estamos agotados. Socórrenos,
Dios, salvador nuestro, por el honor de tu nombre; líbranos y perdona nuestros
pecados a causa de tu nombre.
En el evangelio, contemplamos la escena:
Jesús reprende a las ciudades en las cuales anunció el evangelio e hizo muchos
milagros: «¡Ay de ti, Corozaín!; ¡ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se
hubieran hecho los milagros que, en vosotras, hace tiempo que se habrían
convertido. ¡Cuántas gracias que el Señor nos va dando! y muchas veces las
recibimos inconscientemente o ni siquiera le agradecemos al Señor por tanto
bien recibido. Una vez más, pidamos al Señor en este día la gracia de seguir
avanzando por este camino de conversión y pongamos los medios para ello.
Encontrándonos ya en la sexta y última
etapa de nuestra campaña de la Visitación titulada “volver a casa”, pidamos a
La Virgen, que sea ella, la que nos enseñe a vivir la vida corriente de este
curso sublimándola con el amor que ella lleva dentro y aprender a justificarme
menos, confiar más en el Señor y saber callar; como la Virgen ante San José
después de su retorno a Nazareth, luego de haber estado con su prima Isabel.
Podríamos concluir con un coloquio con
la Virgen mirándola a Ella y observando que nos puede sugerir su mirada, sus
gestos y palabras acerca del plan que el Señor tiene para cada uno de nosotros
en este día.