* Primera lectura: Nuestra meta es la vida eterna con Cristo y por
Cristo. La vida en pecado tiene un final lastimoso: la muerte. En cambio, la
vida en gracia, con Cristo, tiene otro final: la vida eterna. Así concluye el
texto de san Pablo hoy. Y entre esos dos polos, vida y muerte o
gracia y pecado, se encuentra todo el proceso de abandono del mal, conversión a
Dios y fidelidad a sus designios amorosos.
Quienes hemos tenido la fortuna de
conocer el rostro de Dios por Cristo y en Cristo hemos de avanzar hacia la
perfección en la fidelidad, contemplando al Señor que se dignó morir por
nosotros.
Ya no somos esclavos sino hijos, no somos marginados sino atraídos a la casa del
Padre, no somos condenados por nuestra pobreza, enfermedad, incomprensión, sino
que en esa situación –sea cual fuere- recae sobre nosotros la mirada
del corazón del Padre.
* Salmo: Pongámonos en manos de Dios y tendremos vida.
Alejémonos del camino de la maldad, que nos lleva a la muerte. Quien
une su vida a Dios y es fiel a sus mandatos, goza de la dicha suprema en esta
vida. El participar de la Vida de Dios nos ha de llevar a amar a
nuestro prójimo. Hundidas las raíces de nuestra vida en Dios hemos de dar
frutos de santidad, justicia, bondad, misericordia, caridad con los que sufren.
Si vivimos sumergidos y en Cristo, desde nuestro bautismo en Él, debemos
producir los frutos de las buenas obras que proceden de Él.
* Evangelio: Jesús, como profetizó Zacarías cuando nació su
hijo Juan el Bautista, ha venido al mundo para iluminar a los que yacen en
tinieblas y en sombra de muerte, y guiar nuestros pasos por el
camino de la paz. ¿Cómo dice ahora que no ha venido a traer paz sino división? Lo
que pasa es que Jesús habla de dos paces distintas: la paz del alma, que se
consigue buscando a Dios lo primero y, por eso es un don de Dios, y la paz
exterior, que es la aparente tranquilidad producida por el consenso y/o el
vaciamiento o apostasía de la verdad y puede ser como “la paz de los
cementerios”. La importante es la paz interior, don de Dios y fruto de la
santidad personal. No hemos de temer a adversarios exteriores.
De hecho, sólo la paz interior
contribuye eficazmente a la paz exterior. La unidad conseguida por la fuerza o
el consenso fruto de la “negociación política” no son estables. “Jesús, Tú has
venido a enseñarme el camino de la paz del alma, fruto del amor a Dios. Ésa es
la paz que he de llevar a los demás”. Jesús, quiere que el cristiano sea un sembrador de paz
y alegría, fruto de su unión con Él. Pero eso no significa que haya que
amoldarse a los demás, hasta el punto de transigir en la doctrina verdadera. El
cristianismo es un mensaje fuerte, exigente, divino, y por eso no todo el mundo
lo acepta. De ahí la división que produce; no por el lado del cristiano -que
debe buscar la comprensión y el entendimiento-, sino por el del que se opone
con todas sus fuerzas a la luz de la fe. Cristo es signo de contradicción. Lo
fue, lo es, lo será. Pero Cristo “está con nosotros siempre hasta el fin del
mundo”, y Él “ha vencido al mundo”.
Oración final
Dios todopoderoso, que derramaste el
Espíritu Santo sobre los apóstoles, reunidos en oración con María, la Madre de
Jesús, concédenos, por intercesión de la Virgen, entregarnos fielmente a tu
servicio y proclamar la gloria de tu nombre con testimonio de palabra y de
vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.