5 octubre 2019. Témporas de acción de gracias – Puntos de oración


Empezamos nuestro rato de oración ofreciendo las actividades del día de hoy, recordando qué voy a hacer cuando me dirijo a la oración, con quién voy a hablar en ese momento, cuál sería la postura más acorde, todo ello sin olvidarnos de pedir ayuda al Espíritu Santo; finalmente apoyarnos en nuestros intercesores.
 Como llegamos inquietos y precisamos la serenidad, podemos recordar cómo Jesús manda calmar las aguas y trae sosiego a la barca de Pedro. Tengamos fe y estemos seguros de que lo mismo puede hacer en nuestra alma. Imaginemos esa escena y sentémonos a dialogar con Jesús, la barca sosegada y tranquila, el mar suave, el sonido de las olas armónico. Toquemos, con la vista imaginativa, la madera de la barca, sintamos la brisa suave en la cara y el olor del mar.
Comentemos con el maestro, sentados junto a Él, el evangelio de hoy, su Palabra, que nos habla sobre la eficacia de la oración. Nos propone la necesidad de orar para obtener favores del cielo, compara al orante con un niño que pide cosas a su padre. El padre de la tierra quiere cosas buenas para su hijo y entiende que debe darle lo que le haga crecer en todos los sentidos.
La conclusión está clara, ningún padre dará a sus hijos, cuando le piden cosas buenas y necesarias, cosas malas.
Si esto lo hace un padre de la tierra, ¿qué hará por nosotros el Padre del cielo?
Dios es mi Padre, cantan las carmelitas. Si Dios cuida de mí que me puede faltar, ni un instante pues me deja de mirar. Siguen cantando. Mi vida suya es, cual diestro tejedor, la va tejiendo Él, con infinito amor. Con esta canción, las carmelitas demuestran haber llegado al corazón de nuestra relación con Dios. No necesitan muchas elucubraciones, lo importante es que Dios es un Padre bondadoso y está dispuesto a darnos lo que necesitemos para nuestra santificación. 
Me vienen a la memoria unas personas que conocí un verano; Carlitos y su padre. Carlitos era un “tiarrón” que aparentaba tener un cuerpo de unos cincuenta años, cerca de dos metros de estatura, pelo canoso. En este cuerpo habitaba un niño de no más de cinco o seis años. Cuando Carlitos llegaba al borde de la piscina, frotaba sus manos, gritaba mesuradamente, manifestando una alegría desbordante por el baño que a continuación se iba a dar. Su anciano padre se sentaba, cerca del borde de la piscina, donde Carlitos se acercaba una y otra vez, cruzando el agua, en una mezcla de natación y saltos. De vez en cuando preguntaba, a su padre: “¿Me salgo para comer?” Y el padre le contestaba: “Todavía no” y Carlitos contento volvía a frotarse las manos, reírse y cruzar la piscina. Me llamaba la atención, esa relación tan estrecha entre el hombre-niño y el anciano padre. El hombre-niño se fiaba por completo del anciano, al que adoraba, sabía que de su padre solo podía recibir bondad. El hombre anciano derrochaba ternura hacia su hijo y hablaba de él con orgullo: “Le gusta mucho la piscina”.
Esta relación paterno-filial me recuerda la canción de las carmelitas, cambiaría la palabra Dios por Padre. Si mi Padre cuida de mí qué me puede faltar, ni un instante pues me deja de mirar.
Quédate en silencio, con la canción de las carmelitas de fondo, siente o pide sentir la ternura de tu Padre, Dios.

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