1 febrero 2020. Sábado de la III semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Para comenzar nuestra oración nos ponemos en la presencia del señor, le pedimos luz al Espíritu Santo para que nos ilumine y nos ayude a seguir creciendo en esta relación de amistad que es la oración.
Yo siempre he tenido mucha curiosidad por todo y muchas veces sobre las personas, el ser humano en general. Es muy curioso ver cómo somos, todos de la misma especie, pero todos distintos, capaces de lo mejor y de lo peor. Y sobre todo somos así gracias a Dios que nos creó de esta manera.
Las lecturas de hoy nos hablan justamente de eso de cómo somos, de como soy. En la primera lectura, se nos narra el desenlace del pecado de David y como se acaba dando cuenta y arrepintiendo de lo que hizo. Este pasaje muestra muy bien lo miserables que podemos llegar a ser, que vemos y condenamos estupendamente todo lo que hace el resto, pero nos cuesta horrores admitir nuestros fallos, tanto que a veces nos los tienen que echar en cara como a David. ¿Cómo llevo los juicios hacia los demás? ¿Cuántas cosas digo de los demás y cuantas digo de mí mismo? ¿Soy consciente de los pecados que cometo? ¿Me confieso?
Por otro lado, el evangelio sigue esta línea de describir a la humanidad, pero aquí juega con dos aspectos. El primero la duda, la falta de confianza, falta de fe de los apóstoles y de nosotros mismos muchas veces. Como decía antes el hombre es capaz de muchas cosas buenas y malas, pero cuando se siente indefenso, duda y no tiene por qué ser justamente ante una tempestad como en este pasaje. En segundo lugar, resalta la humanidad de Jesús, un Dios que se hace hombre de verdad, que hace lo mismo que todos, monta en barca, duerme, descansa… Y todo eso para estar más cerca de nosotros, para acompañarnos en todo. ¿Cómo afronto mis momentos de duda? ¿Confío o grito? ¿Tengo presente que Jesús va siempre en mi barca, aunque algunas veces esté dormido?
Para acabar nuestro rato de oración simplemente aprovechar para dejar todas vuestras inquietudes en la Virgen, que nunca se cansa de acogernos, escucharnos y darnos el abrazo que a veces nos falta para seguir avanzando. No acabéis vuestra oración sin reservarle un rato a ella.

Archivo del blog