22 enero 2020. Miércoles de la II semana del Tiempo Ordinario – San Vicente – Puntos de oración


Comenzamos un nuevo año civil, esperamos rico en frutos de santidad y apostólicos que serán resultado de nuestra vida espiritual que cultiva fundamentalmente nuestra oración. Por eso lo importante que es cuidar nuestra oración de cada día que queda indicado en el examen de la misma que sostiene hace crecer.
Celebramos a san Vicente, diácono mártir que derramó su sangre por Cristo, no temió las amenazas de los jueces y así alcanzó el reino de los cielos. Como ellos, estar preparados y ahora vamos a tiempos recios en que hay que armarse de valor para serlo.
Hay perros adiestrados para buscar dónde hay vida que usa la policía, por ejemplo, en una casa oculto o en el campo. Uno de estos perros, un caso especial se quedó sentado sobre sus patas traseras mirando hacia el sagrario en una iglesia y no se movía. Esta escena, me hacía reflexiona que así debía ser mi oración: quieto mirando hacia el sagrario donde está el rey de la Vida esperándome siempre, nunca falla a la cita y quiere transmitírmela a mí. Algo maravilloso y más maravilloso cuanto mayor es mi fe: caer en la cuenta de que es el momento más importante del día, la entrevista más famosa, de donde salgo con la eternidad en la cabeza, Dios en el corazón, si no puedo con la misa, una comunión espiritual y el mundo a los pies.
¿Quién le dio a David esa fuerza, siendo un muchacho de ofrecerse a ir a luchar contra Goliat? Él mismo nos lo dice: “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. En cambio, yo voy contra ti con EN EL NOMBRE DEL SEÑOR DEL UNIVERSO, Dios de los ejércitos de Israel al que has insultado y te has reído de ÉL. El Señor te va a entregar en mis manos.” ¡Qué fuerza tiene la oración, es el poder de Dios que se mete en el alma del que la hace! Ahora nos explicamos a los mártires, a David, al que, en medio de la clase, la calle, el trabajo, estudio, descanso, viaje, habla así, transmite lo que vive. Las ideas se entienden cuando se viven y se dejan de entender cuando se dejan de vivir, lo empezamos a vivir en la oración, por eso como es tu oración, así es tu vida. Si es una hoguera ardiente, fuego transmites como san Benito escribía hablando de la misma.
También en el evangelio que nos narra el milagro de Jesús a un hombre que tenía la mano paralizada, ante aquellos que le observaban para ver si curaba en sábado, Se dirige a ellos y les pregunta si está permitido hacer lo bueno o lo malo, salvar la vida de un hombre o dejarlo morir y mientras ellos callaban, armado de la fuerza de Dios, que sacaba de la oración, se dirige aquél hombre “Extiende la mano”. Y quedó restablecida. Y ante este hecho inaudito de hacer el bien una persona, salieron decididos a acabar con Él.
¡Qué lecciones tan maravillosas nos presentan las lecturas del Tiempo ordinario, 34 semanas en las que siguiendo el Evangelio vamos conociendo a Jesús, para que, conociéndole, le amemos y amándole le sigamos, imitemos sus ejemplos! Venzamos la timidez demos la cara y ofrezcamos la invitación a seguirle si quieren salvarse.
Santa María, que le contemplemos en estas dos escenas de las lecturas de David y el hombre de la mano paralizada, que armados de valor, tomemos nuestra honda y marchemos en el NOMBRE DEL SEÑOR Y TENGAMOS VALOR PARA EXTENDER LA MANO A TODOS LOS QUE NOS RODEAN Y QUE ELLOS TAMBIÉN LA EXTIENDAN HACIA ÉL.

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