26 enero 2020. Domingo III del Tiempo Ordinario (Ciclo A) – Puntos de oración


Después de las grandes fiestas, la intensidad de afectos y celebraciones propias del tiempo de Navidad, las luces de las calles se apagan, los turrones se acaban, y el champán deja de brindarse. La vajilla de gala deja paso a los platos cotidianos. Las mesas repletas, vuelven a ser sustituidas por las bandejas de comedor, el menú rápido del McDonald’s. Las sobremesas familiares se recuerdan en medio de la prisa, y del día a día. La petición de la oración de hoy es: que tu luz ilumine nuestra cotidianidad.
Y para colmo, esta misma semana, sufrimos (comprando) el Blue Monday.
¿A un cristiano le puede dar también el bajón? Claro que sí. Quizá a nosotros mismos nos haya ocurrido…
Y es que el ser humano no puede colmar los anhelos de su corazón con dulces y regalos. Sólo Otro puede hacerlo. Y todo sea dicho, no lo hará como esperamos que lo haga… Lo hará a su forma, vaciándonos de lo que es “demasiado nuestro”. En la vida del ser humano, o triunfa Cristo, o fracasa el hombre.
Las lecturas de este domingo son de una riqueza inexplorable. Te invito a detenerte en la que más necesites:
·         Si estás en una gran oscuridad:
o   1ª lectura:
El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y de sombras de muerte, y una luz les brilló. […]
·         Si la inquietud reina en tu interior:
o   Salmo:
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré? […]
· Si experimentas la división exterior o interior. O quizá si ves tu vida insípida, sin dar fruto:
o 2ª lectura:
[…] no me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo.
· Si te has ido descuidando espiritualmente:
o Evangelio (1ª parte):
«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». […]
· Si el Señor suave pero contundentemente te viene llamando a su intimidad:
o Evangelio (2ª parte):
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. […]
A aquellos judíos, cada palabra de Jesús les impresionaría, la escucharían con novedad. Pero ¿qué le puede decir un hombre o una mujer del siglo XXI palabras ya oídas otras ocasiones de un personaje del pasado? Ojalá nos coloquemos sin reservas ante su Palabra hoy, expuestos, dispuestos a descubrir a qué nos llamas
Señor, que nuestra relación Contigo sea viva, que te descubramos vivo, que recibamos tu Palabra hoy como viva y eficaz. Que entremos en Ella, que dejemos que entre en nosotros. Que no nos quedemos en el exterior de la misma. Allí donde encuentre materia de la que hablar íntimamente Contigo, detenerme, rumiarla, dejarla que caiga sobre mi vida como un calabobos, sin forzarla, acogiéndola con gratitud. Descubriéndote vivo en Ella.
Terminar con el examen de la oración: ¿dónde me esperabas, Señor?

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