Espero que te ayuden estas palabras que
te pongo a continuación para llevar a cabo con fruto este rato de oración.
Sería bueno, si es posible, que realices tu rato de oración delante de Cristo
en la Eucaristía. Si no es posible porque no cuentas con esta posibilidad,
dedícale este tiempo al Señor en la soledad acompañada por Él.
Empezamos nuestra oración invocando al
Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego
de tu amor”.
Como siempre en su Palabra, el Señor nos
manifiesta el amor infinito que nos tiene.
Las lecturas que nos ofrece hoy la
Iglesia nos hablan del encuentro personal, de nuestro encuentro personal, con
el Señor. El Señor viene a buscarnos y sale a nuestro encuentro. Él es el que
tiene la iniciativa. La primera lectura, del libro del profeta Samuel, nos
relata el encuentro del joven Samuel con Dios. Para poder escuchar a Dios, para
saber cómo rezar y para saber qué quiere de nosotros, hay que aprender. Y,
además, hay personas como los sacerdotes que nos pueden ayudar. He ahí la
importancia de la dirección espiritual. Samuel oía/sentía que Alguien le
llamaba. Elí, sacerdote y juez de Israel, se da cuenta de que Dios es el que
está llamado a Samuel y le da la clave para poder responderle. Es decir, Elí le
guía y le dirige y le ayuda a descubrir el camino que Dios le ha preparado. En
concreto le dice: “si te llama alguien, responde: Habla, Señor,
que tu siervo te escucha”. Le da la clave para el verdadero encuentro
con Dios: el abajamiento, el hacerse siervo. Al inicio del texto se nos da otra
de las claves, que sin ella es difícil que venga lo demás: “Samuel estaba
acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios”. Samuel se
puso a tiro de Dios. Es cierto que si nos ponemos a tiro
de Dios podremos encontrarnos de verdad con Él, y si no lo hacemos…
difícil será. Por ello, ponte a tiro, frecuenta los Sacramentos, la oración… y
verás cómo tu corazón se ensancha y se prepara bien para recibir a Dios y
encontrarte con Él.
Samuel confió
en Elí, y esa confianza que depositó en su director es lo que le llevó a Dios.
El Salmo también nos conduce por la misma idea: “Dichoso el hombre que ha
puesto su confianza en el Señor, y no acude a los idólatras que se extravían
con engaños”. Dichoso el que pone su confianza en Dios porque será feliz. Así
ha pasado con todos los santos que hemos conocido a lo largo de la historia;
ninguno de ellos quedó defraudado.
El Evangelio
de hoy nos cuenta la curación de la suegra de Pedro. La curación de la suegra
de Pedro fue para ella un encuentro personal con el Señor. Pone la confianza en
él y Jesús le sana de sus dolencias. ¿Y qué hizo Jesús para sanarla? Le cogió
de la mano y la levantó. Al igual que Samuel, la suegra de Pedro se abajó, se
abandonó en el Señor. Y Jesús baja y la levanta, la salva. Es también muy
definitorio la manera de actuar de la suegra de Pedro después de ser sanada: “se puso a servirles”. La actitud de la humildad y del
servicio es el signo de una persona que se ha encontrado con Cristo, como le
pasó a la suegra de Pedro.
Para acabar nuestra oración podemos
encomendarnos a la Virgen María, para que ella nos enseñe a ser humildes, a su
imagen, y que nos conduzca de la mano al encuentro con su hijo.