Al corresponder las lecturas de este
domingo al inicio del tiempo ordinario, el evangelio nos remite al bautismo de
Jesús. Cuando se acercar Jesús, el Bautista declara solemnemente: “Este es el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Nos encontramos ante el misterio central
del ser humano y la redención por Cristo – Redemptor hominis-; bastaría repetir
en nuestra oración personal lo que recitamos colectivamente en todas las misas.
1. Me dijo el Señor: «Tu eres
mi siervo, Israel, Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance
hasta el confín de la tierra». (Is 49, 3)
El Siervo de Yavé es imagen de
Jesús, luz y calor, verdad y camino, vida, salvación y gloria para cada uno de
nosotros.
2. Aquí
estoy, Señor, para hacer tu voluntad. (Sal 39)
Para esto ha venido Jesús al mundo, para
hacer la voluntad del Padre. A ello nos alienta en la oración del Padrenuestro:
“Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo”, en todos los lugares, en
todas las circunstancias, siempre. Más que hacer, ser voluntad; obediencia
dócil y creativa, filial.
3. “A los santificados por
Jesucristo, llamados santos, … gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y
del Señor Jesucristo” (1 Cor 1,1).
¡Qué formidable fruto nos da el
bautismo: la santidad, la gracia, la paz!
Demos gracia por nuestro
bautismo, el pórtico de la filiación divina; por él somos hijos de Dios, llenos
de gracia, santos. ¡Qué responsabilidad y qué gozo!
4. “En aquel tiempo, al ver Juan a
Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo…» (Jn 1, 29)
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo…» (Jn 1, 29)
Contemplemos las cualidades de un
cordero (mansedumbre, sencillez, ternura), entremos de lleno en la escena
evangélica y demos gracias al Cordero divino por quitar el pecado del mundo y
de mi vida. Él es el perfecto y último sacrificio por el pecado. Los
judíos que lo oyeron pudieron haber pensado inmediatamente en cualquiera de los
muchos sacrificios importantes. Habiendo celebrado hasta entonces la fiesta de
la Pascua cada año, el primer pensamiento pudo haber sido el sacrificio del
Cordero de la Pascua, una de las principales fiestas judías y una celebración
en recuerdo de cuando Dios liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto.
Nos llenamos de gozo y júbilo con San
Cirilo porque el Señor nos ha rescatado gracias a su misericordia. Digámosle en
un coloquio: “¡Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo y de mi vida,
perdónanos, ten misericordia de nosotros!”
COMENTARIO DE SAN CIRILO DE
ALEJANDRÍA (380-444)
«¡Gritad, cielos, de júbilo,
porque el Señor ha tenido misericordia con Israel... Porque el Señor ha
rescatado a Jacob!» (Is 44,23 LXX). De este pasaje de Isaías, se puede
fácilmente concluir que el perdón de los pecados, la conversión y redención de
todos los hombres anunciadas por los profetas, por Cristo se cumplirán en los
últimos días. Efectivamente, cuando Dios, el Señor se nos apareció, cuando
hecho hombre vivió con los habitantes de la tierra, él, el verdadero Cordero
que quita el pecado del mundo, la víctima totalmente pura, entonces ¡qué motivo
de gozo para los poderes de lo alto y para los espíritus celestiales, para
todos los órdenes de los santos ángeles! Cantaron, cantaron su nacimiento según
la carne: «¡Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que ama
el Señor!» (Lc 2,14). Si es verdad, según la palabra del Señor –y es
absolutamente verdad- que «hay alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierte» (Lc 15,7), ¿cómo dudar que hay gozo y alborozo en los espíritus del
cielo, cuando Cristo lleva a toda la tierra el conocimiento de la verdad, llama
a la conversión, justifica por la fe, y hace brillar de luz por la
santificación? «Los cielos se gozan porque Dios ha tenido misericordia» y no
sólo con el Israel según la carne sino con el Israel según el espíritu. «Los fundamentos
de la tierra» es decir, los sagrados ministros de la predicación del Evangelio
hacen «sonar la trompeta». Su voz espléndida ha llegado a todo el orbe; como
trompetas sagradas ha resonado por todas partes. Han anunciado la gloria del
Salvador a todos los lugares, han llamado al conocimiento de Cristo tanto a los
judíos como a los paganos.