19 enero 2020. Domingo II del Tiempo Ordinario (Ciclo A) – Puntos de oración


Al corresponder las lecturas de este domingo al inicio del tiempo ordinario, el evangelio nos remite al bautismo de Jesús. Cuando se acercar Jesús, el Bautista declara solemnemente: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Nos encontramos ante el misterio central del ser humano y la redención por Cristo – Redemptor hominis-; bastaría repetir en nuestra oración personal lo que recitamos colectivamente en todas las misas.
1.  Me dijo el Señor: «Tu eres mi siervo, Israel, Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra». (Is 49, 3)
 El Siervo de Yavé es imagen de Jesús, luz y calor, verdad y camino, vida, salvación y gloria para cada uno de nosotros.
 2.  Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. (Sal 39)
Para esto ha venido Jesús al mundo, para hacer la voluntad del Padre. A ello nos alienta en la oración del Padrenuestro: “Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo”, en todos los lugares, en todas las circunstancias, siempre. Más que hacer, ser voluntad; obediencia dócil y creativa, filial.
3. “A los santificados por Jesucristo, llamados santos, … gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (1 Cor 1,1).
¡Qué formidable fruto nos da el bautismo: la santidad, la gracia, la paz!
 Demos gracia por nuestro bautismo, el pórtico de la filiación divina; por él somos hijos de Dios, llenos de gracia, santos. ¡Qué responsabilidad y qué gozo!
 4. “En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo…» (Jn 1, 29)
Contemplemos las cualidades de un cordero (mansedumbre, sencillez, ternura), entremos de lleno en la escena evangélica y demos gracias al Cordero divino por quitar el pecado del mundo y de mi vida. Él es el perfecto y último sacrificio por el pecado. Los judíos que lo oyeron pudieron haber pensado inmediatamente en cualquiera de los muchos sacrificios importantes. Habiendo celebrado hasta entonces la fiesta de la Pascua cada año, el primer pensamiento pudo haber sido el sacrificio del Cordero de la Pascua, una de las principales fiestas judías y una celebración en recuerdo de cuando Dios liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto.
Nos llenamos de gozo y júbilo con San Cirilo porque el Señor nos ha rescatado gracias a su misericordia. Digámosle en un coloquio: “¡Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo y de mi vida, perdónanos, ten misericordia de nosotros!”
COMENTARIO DE SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA (380-444)
 «¡Gritad, cielos, de júbilo, porque el Señor ha tenido misericordia con Israel... Porque el Señor ha rescatado a Jacob!» (Is 44,23 LXX). De este pasaje de Isaías, se puede fácilmente concluir que el perdón de los pecados, la conversión y redención de todos los hombres anunciadas por los profetas, por Cristo se cumplirán en los últimos días. Efectivamente, cuando Dios, el Señor se nos apareció, cuando hecho hombre vivió con los habitantes de la tierra, él, el verdadero Cordero que quita el pecado del mundo, la víctima totalmente pura, entonces ¡qué motivo de gozo para los poderes de lo alto y para los espíritus celestiales, para todos los órdenes de los santos ángeles! Cantaron, cantaron su nacimiento según la carne: «¡Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor!» (Lc 2,14). Si es verdad, según la palabra del Señor –y es absolutamente verdad- que «hay alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte» (Lc 15,7), ¿cómo dudar que hay gozo y alborozo en los espíritus del cielo, cuando Cristo lleva a toda la tierra el conocimiento de la verdad, llama a la conversión, justifica por la fe, y hace brillar de luz por la santificación? «Los cielos se gozan porque Dios ha tenido misericordia» y no sólo con el Israel según la carne sino con el Israel según el espíritu. «Los fundamentos de la tierra» es decir, los sagrados ministros de la predicación del Evangelio hacen «sonar la trompeta». Su voz espléndida ha llegado a todo el orbe; como trompetas sagradas ha resonado por todas partes. Han anunciado la gloria del Salvador a todos los lugares, han llamado al conocimiento de Cristo tanto a los judíos como a los paganos.

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