“Jesús se retiró con sus discípulos a la
orilla del mar y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea. Al
enterarse de las cosas que hacía acudía mucha gente… Encargó a sus
discípulos que le tuvieran preparada una barca, no lo fuera a estrujar el
gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de
algo se le echaban encima para tocarlo…”
“Jesús, pasó haciendo el bien”
De todas las personas que seguían a
Jesús los auténticos amigos, los más cercanos y beneficiados eran sus
discípulos. Ya no eran capaces de separarse de Él. Donde estaba el Maestro allí
estaban sus discípulos. Le persiguen porque quieren ser curados de todas sus
enfermedades y muchos de ellos alcanzaban la curación, la salvación.
Jesús, para pasar haciendo el bien tuvo
que salir de sí. Si quiero ser su amigo y discípulo tengo
que olvidarme de mí. Tengo que desaparecer, dejar de brillar para ser como
la sal, como la luz, como la levadura… sin hacer ruido todo lo sazona, ilumina
y fermenta.
Jesús no se deja arrastrar por las
multitudes y hace en cada momento lo que tiene que hacer. Y ahora lo que tengo
que hacer es seguir a Jesús que me contagia con su vida de testimonio y con sus
palabras.
Pido a la Virgen en este ratito de oración que desaparezca en
fidelidad iluminando, sazonando y fermentando la masa incontable de personas
que me encuentro en todos los momentos del día que buscan para ser sanados. Que
también me deje curar de todas mis enfermedades y colabore “haciendo el
bien”, desde mi pequeñez.