10 diciembre 2020, jueves de la 2ª semana de Adviento. Puntos de Oración

Preparamos nuestra oración con los puntos del militante. A veces nuestra oración va fenomenal y casi no necesitamos de ellos, pero otras como nos dice la primera lectura, nuestra vida necesita del Señor urgentemente, necesitamos de Él como la tierra reseca del agua. 

La oración, como ahora el tiempo del adviento tiene que ser el momento de la escucha. De ahí que intentemos estar muy atentos. El Señor está ahí presente y te dice con la primera lectura: YO, el Señor, tu Dios, te tomo por la diestra y te digo: «No temas, yo mismo te auxilio». No temas, gusanillo de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio -oráculo del Señor-, tu libertador es el Santo de Israel.

Con palabras cariñosas, con piropos se acerca a nosotros para que no desconfiemos. Él es nuestro auxilio continuo.

Los pobres y los indigentes buscan agua, y no la encuentran; su lengua está reseca por la sed.
Yo, el Señor, les responderé; yo, el Dios de Israel, no los abandonaré.
Haré brotar ríos en cumbres desoladas, en medio de los valles, manantiales; transformaré el desierto en marisma y el yermo en fuentes de agua.
Pondré en el desierto cedros, acacias, mirtos, y olivares; plantaré en la estepa cipreses,
junto con olmos y alerces, para que vean y sepan, reflexionen y aprendan de una vez,
que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel lo ha creado.

Que más nos puede decir el Señor.

Nos queda responder, no quedarnos adormecidos. La vida del cristiano, llamado a vivir el Reino aquí y ahora, no es compatible con el aburguesamiento, la comodidad y la tibieza. Por eso nos dice Jesús en el evangelio que los esforzados, los que se hacen violencia, lo conquistan.

Nuestra lucha se concretará muchas veces en las cosas de cada día, en lo pequeño, que no por ello carente de valor: en el combate contra las pasiones, debilidades y pecados; en el modo de vivir la caridad con nuestro prójimo, corrigiendo las formas destempladas del carácter y mostrándonos cordiales, sonriendo al que lo necesita …

La figura de Juan el Bautista, clásica del Adviento, nos recuerda a la vez la Antigua y la Nueva Alianza. En él se cierra el Antiguo Testamento y se abre el Nuevo, se inaugura la era mesiánica, la nueva economía de la salvación: el Reino de los Cielos, que estaba cerca, ya está aquí. De ahí la premura a evangelizar, a transformar el mundo, a llevar el Reino.

Mira, te convierto en trillo nuevo,
aguzado, de doble filo:
trillarás los montes hasta molerlos;
reducirás a paja las colinas;
los aventarás y el viento se los llevará,
el vendaval los dispersará.
Pero tú te alegrarás en el Señor,
te gloriarás en el Santo de Israel.

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