Misericordia y gratitud. La
oración es intercambiar nuestro amor con el amor de Dios. Ofrecerte nuestro
corazón, para que lo llene de su gracia y el fuego del Espíritu.
San Juan de la Cruz, cuyo nombre secular era Juan de Yepes Álvarez
y su primera identificación como fraile, Juan de San Matías (Fontiveros, 24 de
junio de 1542-Úbeda, 14 de diciembre de 1591), fue un religioso y poeta místico
del renacimiento español. Fue reformador de la Orden de Nuestra Señora del
Monte Carmelo y cofundador de la Orden de los Carmelitas Descalzos con santa
Teresa de Jesús.
Junto con santa Teresa de Jesús, se considera a san Juan de la Cruz la
cumbre de la mística experimental cristiana.12 Poetas de extracción diversa
como Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Paul Valéry y T. S. Eliot consideraron
los poemas de Juan de la Cruz no solo como la cumbre de la mística española,
sino de la poesía en esta lengua.3 Desde 1952 es el patrono de los poetas en lengua
española.4 Es uno de los 36 Doctores de la Iglesia, y fue canonizado por
Benedicto XIII en 1756.
Pongo estas ideas en el día de la
festividad de la Inmaculada.
Recuerdo aquella canción: Como
una tarde tranquila, como un suave atardecer, era tu vida sencilla en el pobre
Nazaret. Ella nunca falla, nos dice el P. Morales. Cuántas cosas
hemos hecho por ella en la campaña de la Inmaculada. Anoche recordaba algunas
de las cosas hechas por su amor. Subido a una escalera, colocando carteles a
las 11 de la noche en Salamanca y cantando. El frio lo ofrecía con amor.
Para la gran mayoría de nosotros
esta fiesta nos llena de recuerdos en torno a nuestro querido Abelardo, ese
fuego abrasador en la Vigilias vividas.
Las lecturas nos adentran en el
misterio cercano a la navidad:
El salmo nos dice: Señor Instrúyeme en tus sendas. Recuerda, Señor,
que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad.
Jesús llegó al templo y, mientras, se le acercaron los sumos sacerdotes y
los ancianos…
Jesús, tu autoridad te viene de
la eternidad, desde siempre. No hace falta que la reconozcan quienes, por pura
envidia, fiscalizan tu vida, desaprueban tu “pasar por el mundo haciendo el
bien” y te consideran como un pobre hombre que se atribuye poder sobre ellos.
Para mí es una gran alegría ser discípulo, amigo y hermano tuyo, aunque
indigno. Ascendiste a la Casa del Padre para prepararme un lugar, y vendrás a
buscarme y llevarme contigo en la hora de mi muerte. ¡Contigo para siempre!
Que san Juan de la Cruz nos ayude
a vivir este adviento junto a la Inmaculada. Te dejo estos versos suyos.
¿Adónde te escondiste,
amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti, clamando, y eras ido.
Pastores, los que fuerdes
allá, por las majadas, al otero,
si por ventura vierdes
aquél que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.