Para empezar nuestro rato de oración podríamos ponernos en
presencia del Señor y la Virgen Nuestra Madre, para que todas nuestras
intenciones y operaciones sean puramente ordenadas para la gloria, servicio y
alabanza de Nuestro Señor Jesucristo.
En las lecturas de hoy dentro del tiempo del adviento, en el
cual vamos encendiendo progresivamente las velas de la corona de adviento, para
caer en la cuenta de que ya se va acercando cada vez más la verdadera luz, que
es Cristo Nuestro Señor hecho niño y que recordamos en Navidad. Luz que también
nos trae esperanza y nos motiva a seguir este camino de conversión por medio de
la oración, ayuno y limosna. Así el salmo nos anima el día de hoy: “los ojos de
los ciegos verán sin tinieblas ni oscuridad; los oprimidos volverán a alegrarse
en el Señor y los pobres se gozarán en el Santo de Israel; porque ya no habrá
opresores”.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle
miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?
En el evangelio el Señor nos pregunta a todos, el día de
hoy: ¿creen que puedo hacerlo? ¿crees que puedo hacer que el día de hoy vivas
conforme al plan que yo tengo para ti el día de hoy. Y todos responderemos en
función de nuestra fe. Si tenemos la fe que tuvieron los ciegos de Cafarnaúm,
entonces el Señor hará conforme a nuestra fe. Y si tuviésemos la fe suficiente,
se nos abrirían los ojos, veríamos sorprendidos como el Señor puede curar
nuestra ceguera espiritual. Podríamos verle en el primer hermano, padre, hijo,
familiar o desconocido que viésemos por la mañana. En el amigo o conocido
necesitado de algún favor, con las personas con las cuales nos relacionamos en
el trabajo o estudio, incluso en las personas que nos ayudan; podríamos incluso
hasta hablarle y decirle: gracias, Señor, por las veces que me estas ayudando
por medio de tantas personas… Sabríamos que, al darle las gracias a estas
personas, se las estamos también dando al Él, principio y fundamento de todo
bien.
“La bondad del Señor espero ver en esta misma vida. Ármate
de valor y fortaleza y en el Señor confía”. El Señor nos invita a dar el paso
de la fe y creer en Él cómo los ciegos de Cafarnaúm.
Ya viene el Señor, nuestro Dios, con todo su poder para iluminar los ojos de sus hijos. Se lee en la proclamación antes del evangelio. Pidámosle a la Virgen Nuestra Madre como tantas veces nos repetía Abelardo. “Madre que vea”. “Tus ojos para mirarle, tu corazón para amarle”. Feliz visión y escucha del Señor.