31 diciembre 2020, jueves Octava de Navidad. Puntos de oración

Nuestro rato de oración tiene que ser un momento intenso de agradecimiento. A las gracias generales hay que unir las gracias personales que cada uno hemos recibido… y conviene ponerlas en situación, en comparación con la multitud de personas cercanas y lejanas que han recibido menos que yo, y admirarse, agradecer y repetir confundido: ¿Por qué a mí tanto amor?

El segundo momento (si es que queda tiempo y el Señor nos conduce por aquí) es precisamente preguntar al Señor qué quiere que haga con los dones que me da constantemente. La vida es fugaz y nuestra responsabilidad es grande (porque hemos recibido mucho). ¿Qué quiere el Señor de mí, por qué me “cerca” con su gracia y sus atenciones? Pueden caber muchas respuestas de muy distinto orden y orientación (tantas como personas), pero hay un argumento que vale para todos y es muy importante: El Señor, a través de su Madre la Virgen, nos ha asociado de un modo singular a su obra redentora; dicho de otro modo, quiere salvar a muchas personas a través de nuestras vidas. ¡Tremendo misterio e impresionante misión! Me gusta pensar en este tiempo de Navidad que el niño Jesús extiende sus manos y quiere colgarse de mi cuello y reposar acogido por mis brazos.

Que a la vista de este designio de salvación que Jesús mismo ha querido compartir con nosotros, nos sintamos espoleados a responder con generosidad y valentía. Jesús quiere amar, amar infinita y tiernamente a cada persona, nuestra primera y fundamental tarea será dejarnos amar. Ante esta perspectiva, el fin de año se transforma en inicio de un camino de amistad, de compartir misión con Jesús y de ofrecerse con Él, en Él y como Él por todo el tiempo y la eternidad.

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