El Salmo 24 nos apremia, casi nos
impone a que despertemos y contemplemos nuestra próxima liberación. LEVANTAOS,
ALZAD LA CABEZA; SE ACERCA VUESTRA LIBERACIÓN.
No lo terminamos de creer.
Levantaos: a ¿qué se debe esta insistencia con tanto apremio? Está pasando el tiempo
del Adviento muy deprisa. Estoy a unas horas para que llegue el Niño Dios,
Dios-con-nosotros-. Apenas me he enterado, ya casi le toco con la mano, ¡está
tan cerca! Seguramente sigo caminando a ras de tierra, sin encontrar unos
minutos cada día para levantar la mirada y dirigirla a lo alto, en estos
minutos de oración. Estoy aprisionado a estas cosas de la tierra a las que me
encuentro apegado. También son las circunstancias que me rodean las que
gobiernan mi vida.
Alzad vuestra cabeza: primero me levanto y luego con serenidad me
oriento alzando la cabeza hacia el cielo, al horizonte sin límites. Cuanto más
eleve la mirada más me acerco al infinito. Pero este infinito no está vacío.
Nos recuerda Isaías y repetimos todos los días este cántico: “Cielos, lloved,
vuestra justicia, ábrete tierra, haz germinar al Salvador”.
Se acerca nuestra liberación: El profeta suplica al Señor que llegue cuanto
antes, que se abran los cielos, que descarguen toda la justicia y santidad,
para que germine el Salvador, para que llegue de una vez la salvación.
Sí, ya se acerca nuestra
liberación, María está a punto de darle a luz. Sólo espera que abra el corazón
para que pueda germinar en mí. ¿Estoy dispuesto a abrirle la puesta en cuanto
llegue y llame?
Miremos a María con mayor
intensidad en estas horas que faltan para preparar el corazón. María, todo lo
hace en silencio y soledad.
Recordemos este fragmento de la oración vespertina del Adviento que recitamos al finalizar el día, compuesta por el P. Morales SJ: “Inmaculada Madre de Dios: en la soledad de Nazaret, a solas con tu Tesoro… Adoras, amas, esperas… Él en tu sagrario virginal…tus manos juntas en plegaria…un ardor divino da a tus latidos ritmo para dos corazones… contigo estoy solo y espero…”