Para comenzar nuestra oración nos
ponemos en la presencia del señor, le pedimos luz al Espíritu Santo para que
nos ilumine y nos acompañe en este rato de oración.
De las lecturas que hoy nos
propone la Iglesia, en el salmo repetimos: “El corazón del justo está firme
en el Señor.” Está antífona nos recuerda de donde tiene que brotar nuestra
confianza, nuestra firmeza, de un corazón asentado en el Señor. Para la oración
de hoy podemos partir de aquí: ¿Dónde tengo asentado mi corazón? Ahora que el
curso se va acabando y todos andamos en mil preocupaciones, es muy importante
hacerse esta pregunta, en medio del estrés de este mes de dónde saco la
confianza, sobre que piedra me estoy apoyando.
Es muy necesario siempre, y más
en los tiempos ajetreados, no olvidar Quién nos mantiene firmes. Muy unido a
esto viene el evangelio de hoy en el que los fariseos intentan poner en un
aprieto a Jesús con respecto a los impuestos del César. Y Jesús como respuesta
nos lanza esta enseñanza: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo
que es de Dios». Un mensaje claro y concreto y a la vez muy profundo,
que nos llama a examinar nuestra vida para ordenarla. ¿Qué aspectos
de mi vida le estoy ofreciendo a Dios? ¿Son realmente los que Él me pide?
Aprovechemos la oración de hoy
para volver a encontrar en Dios la roca que nos sustenta y nos mantiene a
flote. Y desde ahí, desde la confianza que aporta vernos sostenidos por él, que
busquemos ordenar y encontrar aquello que nos pide ofrecerle.
Y para terminar nuestra oración, dediquemos unos minutos a hablar con María, contarle nuestras inquietudes, nuestras luces y sombras durante la oración, o simplemente darle las gracias por su ejemplo y compañía.