Nos ponemos
a rezar alentados por el Espíritu. Y podríamos preguntarnos como hizo Pedro en
el pasaje de la primera lectura: ¿Nos podemos negar a hacer lo que el Espíritu
Santo nos está empujando a hacer?... Pues misteriosamente al hombre le es
posible, en función de su libertad, frenar esa acción, pero hay que reconocer
que el hombre así sale perdiendo.
No
neguemos nada al Espíritu Santo hoy en la oración y en todo el día. Miremos
atentamente por dónde nos viene. Dan para hoy un viento fuerte, al menos en
toda la península Ibérica, por una borrasca importante. ¿Es que no nos damos
cuenta por dónde nos viene el aire? Parece que a veces es así en nuestra vida
espiritual: no nos enteramos o no nos queremos enterar.
Puede ser
hoy un buen día para hacer clarividente la acción del Espíritu en nosotros.
Seguro que me está empujando a algo, sopla en mi cara y sopla en mi vida
diciéndome lo que me va a hacer feliz… Sopla a esta partecita pequeña de la
Iglesia que es su Movimiento de Santa María, y sería muy bueno que todos sus miembros
nos pusiéramos abiertos a su impulso.
Como
imagen juguemos también con la palabra permanecer que es la
que utiliza Jesús para explicarnos cómo hemos de estar con respecto a él y así
dar fruto. Por cierto, que él nos llama “amigos”. Vamos allá, muy
despacio:
Permanecer de pie en lo alto de
un acantilado… Cerrar los ojos para percibir bien lo invisible… ... Sentirnos
envueltos así por el Espíritu… Experimentar el sentido y la intensidad del
viento… Que nos cueste un poco estar de pie por su fuerza… Acabado el entendimiento
aplicar tan solo los sentidos… Acabados los sentidos, totalmente apoyados en la
absoluta permanencia de Dios en nosotros, aplicar la pura contemplación…
Absortos en Dios, implicar nuestra voluntad y levantar nuestras manos hacia
arriba ofreciéndonos como pobre sarmiento… Despertar…
Ah, sí, ahora a hacer lo que nos ha mandado “que os améis unos a otros”. La concreción cada uno que la hable con quien deba.