Preparamos nuestro corazón para
este rato de oración poniéndonos en la presencia del Señor. Si estás delante de
un sagrario, será más fácil y lo único que debes hacer es mirar el sagrario y
decirle a Jesús presente: “Aquí estoy, quiero pasar este rato contigo;
sé que me has estado esperando toda la noche. Te amo Jesús y en esta mañana
quiero juntar todos los corazones de la tierra y amarte por ellos y con ellos.
Te quiero pedir especialmente por los que están sufriendo las consecuencias de
la pandemia; todos ellos son hijos tuyos, no los abandones en esta noche de la
fe”.
Hoy celebramos la fiesta de dos
de los apóstoles de Jesús: Felipe y Santiago. Son de los que estuvieron contigo
desde el principio. Felipe es un hombre entusiasta, desde el principio empieza
a vivir su apostolado y es que le trae a Natanael. Con mucha
sencillez y naturalidad le hace preguntas a Jesús. El libro de los Hechos de
los apóstoles nos cuenta varias de sus obras apostólicas: “Un ángel
del Señor habló a Felipe y le dijo: Levántate y marcha hacia el sur, por el
camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto. Se levantó, se puso en camino y,
de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de
Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén para adorar. Iba de
vuelta, sentado en su carroza, leyendo el profeta Isaías. El Espíritu dijo a
Felipe: Acércate y pégate a la carroza. Felipe se acercó corriendo, le oyó leer
el profeta Isaías, y le preguntó: ¿Entiendes lo que estás leyendo? Contestó: ¿Y
cómo voy a entenderlo si nadie me guía? E invitó a Felipe a subir y a sentarse
con él”.
El Evangelio de la misa de hoy es
un círculo como el que solemos tener los militantes todos los sábados. Pero es
un círculo que lo lleva el mismo Jesús. El maestro se lleva aparte a los
discípulos más cercanos y comienza el proceso de formación. Los diálogos se
suceden de forma continua y las enseñanzas de Jesús van cayendo como lluvia
mansa en las mentes y los corazones de los apóstoles. Los discípulos le
plantean sus dudas y Jesús, con muchísima paciencia, les va resolviendo las
dificultades. Lee de nuevo el Evangelio y saca tus propias conclusiones. Yo te
propongo algunas:
-Yo soy el camino y la verdad
y la vida
-Nadie va al Padre sino por mí
-Hace tanto que estoy con
vosotros ¿y no me conoces, Felipe?
-Quien me ha visto a mí, ha
visto al Padre
-Yo estoy en el Padre y el
Padre en mí
-Y lo que pidáis en mi nombre,
yo lo haré
Estamos en el mes de mayo y la Virgen debe ocupar un puesto privilegiado en nuestro rato de oración. Ella siempre nos va a conducir a Jesús.