Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiástico (44, 1. 9-13)
Hagamos el elogio de los hombres
de bien, de la serie de nuestros antepasados.
Hay quienes no dejaron recuerdo,
y acabaron al acabar su vida: fueron como si no hubieran sido, y lo mismo sus
hijos tras ellos.
No así los hombres de bien, su
esperanza no se acabó; sus bienes perduran en su descendencia, su heredad pasa
de hijos a nietos.
Sus hijos siguen fieles a la
alianza, y también sus nietos, gracias a ellos. Su recuerdo dura por siempre,
su caridad no se olvidará.
Salmo Responsorial
Sal 149, 1-2. 3-4. 5-6a y 9b
R. El Señor ama a su pueblo.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sion por su Rey. R.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca;
es un honor para todos sus fieles. R.
Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Marcos (11, 11-26)
Después que la muchedumbre lo
hubo aclamado, entró Jesús en Jerusalén, derecho hasta el templo, lo estuvo
observando todo y, como era ya tarde, se marchó a Betania con los Doce.
Al día siguiente, cuando salió de
Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas y se acercó para ver
si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo
de higos. Entonces le dijo:
«Nunca jamás coma nadie de ti.»
Los discípulos lo oyeron.
Llegaron a Jerusalén, entró en el
templo y se puso a echar a los que traficaban allí, volcando las mesas de los
cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no consentía a nadie
transportar objetos por el templo.
Y los instruía, diciendo:
«¿No está escrito?: “Mi casa se
llamará casa de oración para todos los pueblos” Vosotros, en cambio, la habéis
convertido en cueva de bandidos».
Se enteraron los sumos sacerdotes
y los escribas y, como le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado
de su doctrina, buscaban una manera de acabar con él.
Cuando atardeció, salieron de la
ciudad.
A la mañana siguiente, al pasar,
vieron la higuera seca de raíz. Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús:
«Maestro, mira, la higuera que
maldijiste se ha secado».
Jesús contestó:
«Tened fe en Dios. Os aseguro que
si uno dice a este monte: “Quítate de ahí y tírate al mar”, no con dudas, sino
con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá.
Por eso os digo: Cualquier cosa
que pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis.
Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas».