Al
iniciar la oración, demandar lo que quiero; en Pascua será
aquí pedir gracia para me alegrar y gozar intensamente de tanta gloria y gozo
de Cristo nuestro Señor (Ej.221).
El salmo 121 nos
dice: Vamos alegres a la casa del Señor. La alegría ha
de ser parte de la propia espiritualidad del discípulo misionero (Gaudete
et exsultate) y de la predicación que se hace (Evangelii
gaudium). La alegría nos conecta con Cristo Resucitado, que ejerce el
oficio de consolar (Ej.224).
De la segunda
lectura, Hechos 15, 1-6. Elijo esta frase: Se decidió que subieran a
Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la
controversia.
Los Hechos de los
apóstoles nos cuentan el inicio del caminar de la Iglesia, donde se predicaba
en primer lugar a los judíos y después, poco a poco, a los gentiles. Lo que se
dice en estas líneas y lo que se comunica en los fragmentos siguientes, se
refiere a un hecho de verdadera transcendencia para la Iglesia universal. Puede
parecer que se trata de un asunto vinculado a la época, de algo lejano para
nosotros. Todo lo contrario, estas controversias y las decisiones que se tomaron
fijaron en forma decisiva la esencia y la estructura de la Iglesia de
Cristo.
Por otra parte, la
Iglesia nos regala la lectura continuada del evangelio de san
Juan, en estos días. ¡Qué importante, es estar atento a la lectura continua de
un evangelio! Si leemos el evangelio por partes, hacemos como aquel que va al
cine varias veces a ver una única película y solo se sienta unos minutos, ha
visto trozos de la película, pero carece de la visión del conjunto, de las
conexiones del guion, en definitiva, ha perdido la trama. Por eso hay que
agradecer a la Iglesia, la lectura continuada de un evangelio, del de Juan
ahora mismo y nosotros procurar no perder el hilo que va uniendo la narración.
El pasaje de hoy,
como los de días anteriores, nos está hablando de la propia santificación
(cristificación) y del fruto de la misma. Volvemos, con Francisco, a la
espiritualidad del discípulo misionero (Gaudete et exsultate) y
a la predicación que se hace (Evangelii gaudium). La
cristificación es el presupuesto de la misión y de la vida cristiana (cf. GE
19-21).
Nuestra
espiritualidad ignaciana nos impulsa a contemplar los misterios de la vida de
Cristo, mediante una determinada forma de contemplación, como si
presente me hallase (Ej.114) de esta forma tan sencilla, se va
produciendo esta cristificación, ese permaneced en mí y yo en vosotros (Jn
15,3). Como nos dice Francisco: En el fondo la santidad es
vivir en unión con El (Cristo) los misterios de su vida (GE20), en
esta frase encontramos, una vez más, a este Papa evidente discípulo de san
Ignacio.
¡San José, cuida de nuestra perseverancia!