Empezamos la oración ofreciendo
al Señor nuestras intenciones, acciones y operaciones para que sean puramente
ordenadas al servicio y alabanza de Su divina majestad.
Comparto la reflexión del
evangelio del día del Papa Francisco, pronunciada el 15 de diciembre de 2014 en
Santa Marta, que representa un llamado a purificar nuestra intención en cada
cosa de hacemos:
“Los jefes de los sacerdotes preguntan a Jesús con qué autoridad realiza
sus obras. Es una pregunta que demuestra el corazón hipócrita de esa
gente. No les interesaba la verdad, solo buscan sus intereses y van por
donde sople el viento: ‘Conviene ir aquí, conviene ir allá...’, eran
veletas, todos. Sin consistencia…
Pero alguno podría decirme: ‘esa gente era observante de la ley: el sábado
no caminaban más de cien metros nunca, nunca se sentaban a la mesa sin lavarse
las manos y hacer las abluciones; era gente muy observante, muy segura en sus
costumbres’. Sí, es verdad, pero eran apariencias. Eran fuertes, pero por
fuera. Estaban escayolados. El corazón era muy débil, no sabían en qué creían.
Y por eso, su vida era, la parte de fuera, toda regulada, pero el corazón iba
de un sitio a otro: un corazón débil y una piel enyesada, fuerte, dura. Jesús,
al contrario, nos enseña que el cristiano debe tener el corazón fuerte, el
corazón sólido, el corazón que crece sobre la roca, que es Cristo, y luego,
a la hora de ir, ir con prudencia…
Tenebrosos de corazón. Es el drama de esa gente y Jesús denuncia la
hipocresía y el oportunismo. También nuestra vida puede llegar a eso. Y algunas
veces, os confieso una cosa, cuando he visto a un cristiano o una cristiana
así, con el corazón débil, no firme, no fuerte sobre la roca —Jesús— y con
tanta rigidez por fuera, he pedido al Señor: ‘Señor, échales una piel de
plátano delante para que se den un buen resbalón, se avergüencen de ser
pecadores y te encuentre a Ti, que eres el Salvador’…
Pido al Señor la gracia de que nuestro corazón sea sencillo, luminoso con
la verdad que Él nos da, y podamos ser amables, misericordiosos, comprensivos
con los demás, de corazón generoso con la gente. Nunca condenar. Si
tienes ganas de condenar, condénate a ti mismo, que algún motivo tendrás.
Pidamos al Señor la gracia de que nos dé esa luz interior, que nos convenza que
la roca es solo Él y no tantas historias que convertimos en cosas importantes;
y que Él nos diga el camino, nos acompañe en el camino, nos agrande el corazón,
para que puedan entrar los problemas de tanta gente y que Él nos dé una gracia
que esa gente no tenía: la gracia de sentirnos pecadores”.
Feliz oración.