Espíritu Santo…, ven. Santa
María, Virgen, Madre y discípula…, intercede.
Las lecturas de hoy son extremas,
y atraviesan de arriba a abajo el drama de la vida humana, la historia de
redención.
Por una parte, en la 1ª lectura,
se le suplica a Yahvé que haga ver su poder y su gloria, para sobrevivir a los
ataques de pueblos extranjeros. Una defensa por la fuerza, marcando músculo.
Aunque sea por terror:
- Sálvanos, Dios del universo,
infunde tu terror a todas las naciones, para que sepan, como nosotros lo
sabemos, que no hay Dios fuera de ti (1ª lectura).
¿Quién de nosotros no ha sido
voluntarista en su vida de fe?
El autor del salmo se coloca, sin
embargo, en otra actitud frente a Dios: suplica experimentar en sus carnes la
salvación que sabe solo viene de Dios:
- Llegue a tu presencia el gemido
del cautivo: con tu brazo poderoso, salva a los condenados a muerte (salmo).
¿He experimentado la honda
desesperación, y en ella, la salvación?
¿Cómo se vencen los pecados
interiores personales, y se abren caminos de misión en el exterior? ¿Es una
cuestión de fuerza, poder o violencia? Todos nos sentimos amenazados, el
enemigo duerme aletargado fuera o dentro de nosotros mismos…
La vida de Cristo-Maestro nos
revela el camino de esta victoria: en sus acciones, pero también en su modo y
forma de actuar. En el fondo, lo que hace y cómo lo hace, habla de Redención:
pasión, muerte y resurrección:
- …y el Hijo del hombre va a ser
entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo
entregarán a los gentiles, se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo
matarán; y a los tres días resucitará (evangelio).
Y mientras tanto, sus discípulos,
discutiendo quién es el más importante, quién recibirá la cartera de ministro,
cuáles son los puestos que rentan más, o cómo prepararse un plan seguro de
pensiones eterno. ¿Respuesta del Señor? Descentrarse de un mismo:
- el que quiera ser grande, sea
vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el
Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida
en rescate por todos.
Servir, abajarse, anonadarse.
Como Tú, Señor.
El pecado se vence, y la misión
se lleva adelante, muriendo, desapareciendo, bebiendo tu mismo cáliz, Señor. No
con puños, sino desde la gratitud de descubrirse amado.
No busquemos escribir grandes
relatos con nuestra vida para ser reconocidos, sino ser fieles en lo oculto.
Ahí se encuentra el Tesoro escondido. En el fondo no importa mucho dedicarse a
actividades aparentemente de primera o de segunda. Lo importante es tener un
camino interior y una meta. Eso es lo que nos hace no perdernos, no flotar en
el vacío en medio del torrente de actividades que desarrollamos, a veces
frenéticamente.
Terminar con el examen de la
oración. La vida queda siempre marcada por una oración virginal, no podemos
abalanzarnos de la misma forma que antes sobre las cosas, después de saber que
Cristo bebió otro cáliz, el de la humildad, el de la pasión,
el de la redención.
¿Señor, qué mandas hacer de mí?