Silencio
lleno de alegría. Hay días que el silencio de la oración está lleno de música,
de mensaje, de emoción, de paz. Hoy es uno de esos. Celebramos la gran fiesta
de la Asunción.
En pleno mes
de mayo y siguiendo el torrente de gracia que es este tiempo de Pascua.
Bestial.
Es un día
para que la oración sea de agradecimiento, de gozo, de regocijo. Jesús sube al
cielo, habiendo dado pruebas más que suficientes de que está vivo, ¡ha
resucitado! Y deja a todos los testigos de la resurrección una misión: recorrer
el mundo entero y anunciar esta verdad a todas las personas. Cristo ha vencido
a la muerte y vive para siempre, esperándonos en el cielo y caminando a nuestro
lado durante nuestra vida en la tierra. ¡Qué gozo! ¡Qué alegría! Dejemos que
este mensaje entre en nosotros. Escuchemos de labios de Jesús ese envío
haciéndonoslo a cada uno en particular.
Si somos
misioneros de la resurrección, se cumplirá el salmo: “aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime. Tocad
para Dios, tocad, tocad para nuestro
Rey, tocad. Porque Dios es el rey
del mundo.
Esperemos así la gran fiesta de Pentecostés, en la que el Señor cumplirá su promesa de enviar el espíritu. Dejemos que el amor de Dios nos haga estar preparados para salir y que no terminemos cantando la canción de Huecco, como los Galileos (¿y qué hago aquí, mirando al cielo…?). Vivamos como resucitados.