11 mayo 2021, martes de la 6ª semana de Pascua. Puntos de oración

Qué difícil se hace, a veces, hablar de Dios, o vivir como Dios quiere que lo hagamos, cuando tenemos a muchos en contra.

Mantener la paz cuando sales a conducir y decides ceder el paso a un anciano que cruza despacio, mientras el de atrás está “nervioso" por arrancar. Cuando ocurre una injusticia en tu lugar de trabajo y en vez de despotricar, o tomarte la justicia de tu mano, sigues los pasos pertinentes para que sean los que deben ser, quienes lo resuelvan. O preparas la Primera Comunión de tu hijo cuidando cada aspecto de ese día en lo que verdaderamente celebramos, sin quejarte de la situación actual, adaptándote a ella, aunque otros no entiendan que no lo retrases para celebrarlo a lo grande e incluso te dejen de hablar…

«Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?» Le contestaron:
 «Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia».

Dios siempre ayuda a los suyos. Por mucho que nos hagan sufrir algunas situaciones, o que nos cueste hacer lo debido en las pequeñas cosas cotidianas del día a día. Siempre habrá un carcelero que preparará la cena al apóstol y algún terremoto que abrirá las puertas.

Cristo ha resucitado y esa fuerza vital, que de Dios viene y solo en Dios tiene su meta, será suficiente para ayudarnos a salir de las angustias presentes y podremos decir con el salmista: “Daré gracias a tu nombre por tu misericordia y tu lealtad. Porque cuando te invoqué, me escuchaste”.

Cristo tiene que marchar y nosotros tenemos que buscar al Espíritu que él nos envía, mejor aún, que ya nos ha enviado y se cierne sobre nosotros esperando que escuchemos el suave susurro de su presencia, le amemos y aceptemos su guía en cada momento de nuestra vida.

Fijemos nuestra mirada en María que, en aquella casa con las puertas y ventanas cerradas, esperaba con fe y sostenía a la Iglesia con su oración. No nos desalentemos con los reveses del día a día. Nunca estamos solos. El Espíritu Santo nos acompaña siempre.

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