¿Quién no ha tenido nunca una
discusión sobre temas de fe, de iglesia o de moral? Y son precisamente, este
tipo de discusiones las que originan pequeñas rupturas en la Iglesia fomentado
la separación, el individualismo, rupturas, división...
Un pueblo que no permanece unido
está destinado a desaparecer. Jesús, siendo conocedor del corazón humano, nos
llama a la unidad con Él y con la Iglesia.
Sólo desde la unidad podremos
afrontar los grandes retos que nos propone la sociedad de hoy en día. El
aborto, la eutanasia, el transhumanismo o el matrimonio homosexual son algunos
de los retos que la sociedad nos presenta hoy; y cualquier actitud o postura
desvinculada del núcleo fundamental de la fe católica produce inseguridad,
pérdida de credibilidad, cuestionamiento de la propia fe y acaban en una
ruptura interior de la persona.
Cristo nos exhorta a la unidad
con Él y en Él. Sin esa unidad tarde o temprano acabaremos pensando que la
experiencia de fe es algo subjetivo, que no depende de mí relación con el resto
del cuerpo místico de Cristo, la Iglesia.
Seamos uno en Cristo, como Cristo es uno en el Padre.