Propongo hacer la oración sobre
el Espíritu Santo en estos días de “cenáculo” en que con toda la Iglesia
suplicamos la fuerza de lo alto: ¡ven Espíritu Santo!
Nos dice el catecismo:
1831 Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría,
inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
1832 Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma
en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición
de la Iglesia enumera doce: “caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad,
bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad” (Ga 5,22-23,
vulg.).
Con estos dones y frutos nuestra
vida cristiana será más fácil. El Espíritu Santo es Señor y dador de vida.
Él está siempre presente, es como el aire o la luz, en su presencia todo recibe
su ser; todo lo sustenta y vivifica. Todo lo bueno en nosotros viene de este
Espíritu, sin él nada podríamos. Siempre lo invocamos en nuestra oración para
orar como conviene, él viene en ayuda de nuestra debilidad.
Hoy recordamos a un santo al que
el Espíritu infundió un gran amor a la Eucaristía: san Pascual Bailón. Si, el
Espíritu distribuye sus dones y carismas para que en la unidad de la Iglesia se
de una gran diversidad y riqueza.
Unidos con santa María, la madre de Jesús, y los apóstoles perseveremos en la oración implorando la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia y cada uno; así se renovará la faz de la tierra y se unificaran los corazones por el amor.