1. Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces.
Isaías nos anuncia el proyecto que Dios tiene para la humanidad, reflejo de su propia intimidad como Trinidad. ¡Qué maravilla! Hasta el lobo y el cordero pacerán juntos. Estos milagros los hace Dios. Y los santos en su nombre, como San Martín de Porres “hizo comer en un plato a perro, pericote y gato”. También nosotros AQUEL DÍA veremos lo que ni ojo vio y escucharemos lo que oído ni siquiera se atrevió a imaginar que escucharía…Un llamado a la esperanza, por tanto.
2. Que en sus días florezca la justicia y abunde la paz
A pesar de todos los pesares el mundo es bueno, la gente es buena repetía Ana Frank en su diario en plena persecución nazi.
Sí, es bueno, porque Dios es bueno. Pedimos porque EN SUS DÍAS…florezca la justica y abunde la paz. Nuestra misión es adelantar en la tierra SUS DÍAS, en definitiva EL CIELO.
Lo decía santa Teresa del Carmelo: “Esta casa es un Cielo si lo puede haber en la tierra para aquellos que se contentan olvidándose de sí mismos y contentando a los demás”.
Una buena manera de vivir el Adviento: pequeños gestos de caridad con los demás.
3. En aquel momento Jesús se estremeció de gozo,…"¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!
Es el evangelio del gozo y la alegría. Cristo se conmueve ante los sencillos, los pobres, los poco considerados a los ojos del mundo. Pero, ante Dios no hay héroes anónimos. Los pequeñitos son los grandes. J.L. Martín Descalzo hablaba del “sacramento de la sonrisa”; cuesta tan poco y ayuda tanto…Magnífico cuadro para contemplar: Cristo alegre, Cristo sonriente, Cristo que se goza…
4. La oración sobre las ofrendas es preciosa:
Que los ruegos y ofrendas de nuestra pobreza te conmuevan, Señor, y al vernos desvalidos y sin méritos propios acude, compasivo en nuestra ayuda…
Martes de la Primera semana de Adviento : Lc 10,21-24
Leer el comentario del Evangelio por San Carlos Borromeo, (1538-1584), obispo Carta pastoral
«Dichosos los ojos que vean lo que vosotros veis»
He aquí, amados míos, que nos encontramos en este tiempo celebrado con tanto fervor y, como dice el Espíritu Santo, tiempo de favor divino (Is 61,2; Lc 4,19), período de salvación, de paz y reconciliación; tiempo ardientemente deseado hace muchos años a través de los deseos y aspiraciones insistentes de los antiguos patriarcas y profetas y que, finalmente fue visto por el viejo Simeón con gozo desbordante (Lc 2, 26s). Puesto que siempre se ha celebrado en la Iglesia con tanto fervor, también nosotros debemos pasarlo religiosamente en la alabanza y la acción de gracias dirigidas al Padre eterno por habernos manifestado su misericordia en este misterio.