“Vosotros sois templos del Espíritu Santo”, así nos lo recuerda san Pablo. En el interior de mi corazón Dios descansa. Hace poco que lo meditábamos: “… porque mirad, el Reino de Dios está dentro de vosotros”. San Lucas 17, 21.
Jesús subía al templo a orar, era su “casa de oración”. Jesús viene a mi corazón a morar… Ojalá que encuentre un templo que de verdad es de oración. Que nunca nuestro corazón se transforme en “cueva de bandidos”. No es tan difícil, sólo hay que dejarle que cada mañana, que cada día, suba a enseñar a nuestro templo y le escuchemos.
Dejemos las preocupaciones, los proyectos, nuestras cosas…, cerremos las puertas de nuestro templo interior. Y en el silencio de la oración, contemplando a Cristo, enamorados de Él, nuestros ojos estén “pendientes de sus labios”.
Pídeselo a la Virgen que tantas veces escuchó de Jesús sus enseñanzas.