Toda esta semana, la última del año litúrgico, es como un eco de la fiesta de Cristo Rey. A lo largo de la semana leemos el capítulo 21 del Evangelio de san Lucas, que cobra todo su sentido cuando se lee de corrido. Por eso el evangelio de hoy queda como truncado. Para conocer su desenlace habrá que esperar al del jueves:
“Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación” (Lc 21, 28). El mismo sentido tendrá el evangelio del viernes: “Cuando veáis estas cosas, conoced que está cerca el Reino de Dios” (Lc 21, 31). Que no nos despisten las imágenes apocalípticas: guerras, revoluciones, terremotos, epidemias, hambre, signos en el cielo… Si estas son las señales, cualquiera que hoy abra el periódico o escuche la radio, o vea el telediario podría decir: “hoy se cumplen estas palabras…” Y es verdad. ¡Pero estas palabras llevan cumpliéndose veinte siglos! Jesús nos quiere dar un mensaje de esperanza: “¡está cerca el Reino de Dios, mi Reinado! Ya queda poco… Prepárate para ver la acción de Dios… ¿Quieres con todo tu corazón que Yo reine sobre Ti?” Recordemos la meditación de Ejercicios del Rey eternal.
“Cuidado con que nadie os engañe”. Cuidado con las interpretaciones falsas, al margen del Señor. Sólo su Palabra es veraz. No todo el que dice que viene en nombre de Jesús es su mensajero. Cristo nos invita a discernir y a rasgar las apariencias de cosas, personas, acontecimientos, para descubrirle a Él allí donde está.
“No quedará piedra sobre piedra”. Todo lo que no se edifica sobre Cristo será destruido. Como en la parábola del hombre que edificó sobre arena: “cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina” (Mt 7, 27). Y edificar sobre roca, según nos dice Jesús en esa misma parábola consiste en escuchar sus palabras y ponerlas en práctica. Por eso “dichoso el hombre que confía en el Señor”. Construye su casa sobre Roca. Aunque soplen los vientos de los infortunios, se desencadenen adversidades, aunque todo parezca que le sale mal, su casa, su vida, sigue en pie, sólida en Cristo…
“La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular” (cf. Mt 21, 42). Jesús nos invita a edificar nuestra vida sobre la Roca, que es Él mismo. Él es la piedra angular, rechazada por el mundo, pero sobre la cual todo se construye. Todo lo construido al margen de Cristo no soporta el “test” del tiempo: no perdurará. Caerá y será grande su ruina. ¡Cuántos proyectos, grandes y pequeños, ayer y hoy, se han derrumbado estrepitosamente, porque no estaban cimentados en Cristo! ¡Cuántas vidas truncadas, sin ilusión y sin esperanza, cuando se viven fuera de Cristo! ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si al final se pierde a sí mismo? Como nos decía Abelardo: ¿de qué le sirve a uno ser el más rico del cementerio?
“…Porque no has conocido el tiempo de tu visita” (Lc 19, 44). En otro pasaje, Jesús, al llorar sobre Jerusalén nos da la clave de interpretación de esta destrucción: “no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita”. Jesús ha pasado por esos proyectos, por esas vidas… y no le han reconocido. ¡Qué gran lección para nosotros! Tenemos que saber reconocer las visitas de Jesús a nuestras vidas: en la oración, en el momento supremo de la Eucaristía, en los pequeños detalles de la vida de cada día: en las cosas, personas, acontecimientos…
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16, 18). La Iglesia es el Cuerpo cuya Cabeza es Cristo. Y Pedro y sus sucesores, los papas, son una misma roca en Cristo. Pidamos a la Virgen, la “roca de nuestra fe”, que edifique nuestras vidas sobre la Roca del Señor, en la Iglesia; que sepamos reconocer a Jesús que viene; y que nos enseñe a levantar la cabeza, porque ya se acerca nuestra liberación.