¿Administrador que derrocha sus bienes o ministro del evangelio? ¿Dónde te sitúas?
1. Al leer la Palabra de Dios que la Iglesia nos ofrece hoy para nuestro encuentro personal con el Señor en la oración, surge la pregunta que encabeza estos puntos ante los dos modelos que se nos presenta, el de san Pablo y el de la parábola: ¿administrador que derrocha sus bienes o ministro del evangelio?
Comenzamos a orar en la presencia del Señor con el deseo de ser como san Pablo, ministro del evangelio, y se lo pedimos al Señor por medio del Espíritu Santo, en ofrecimiento de nuestra vida al Señor, como hemos hecho en tantos momentos de nuestra, en tantos días de ejercicios espirituales:
“¡Señor, elígeme y recíbeme en tal vida y estado!” (ejercicios espirituales nº 98, oblación de mayor estima y momento).
2. Elegimos una vez más servir al Señor, renovamos nuestro llamamiento y de la mano de san Pablo vamos revisando, en la oración de hoy, nuestra entrega al Señor.
- Ministro del evangelio de Cristo Jesús. San Pablo se define a si mismo con este título, sabía bien quien era y la misión que como don, Dios le había regalado. ¿cómo te defines tú ante Dios?
- Mi acción consiste en anunciar el evangelio. Y tú, ¿conoces tu misión y la amas, conciente de que con ella agradas a Dios?
- En Cristo Jesús estoy orgulloso de mi trabajo por Dios. Qué expresión tan maravillosa, ¿no te parece? Quizás nunca la habías escuchado hasta ahora, orgulloso del trabajo por Dios. ¿es también tu orgullo trabajar por Él?
- Algo que no fuera lo que Cristo hace por mi medio. Ésta es la diferencia con el administrador infiel, el ministro del evangelio sabe que su trabajo es de mediación, que Dios lo da todo y nosotros lo entregamos. Pero para ello hay que tener el corazón abierto y disponible.
- Lo he dejado todo lleno del evangelio de Cristo. ¿de que dejamos lleno los lugares cuando estamos en ellos? ¿y nuestra relación con las personas, las hace gustar y encontrar a Cristo?
- Y por último, anunciar allí donde no se ha pronunciado el nombre de Cristo. Esto es algo que debe caracterizar la vida del militante, en medio del mundo, queremos llegar allí donde Cristo no está presente, donde nadie habla de él. En las plazas y caminos, entre los hombres y mujeres que hoy, no le conocen, le rechazan. El militante, el bautizado, siente su misión en estos lugares. Piensa hoy en la oración donde debes anunciar el evangelio, donde hay más necesidad de Dios. Pide fuerza, luz y coraje al espíritu para ir allí, no se queda en los lugares donde el Señor ya es conocido.
3. Vuelve, para acabar, la mirada a María, y con Ella a tu lado haz de nuevo, tu oración de entrega al Señor: Quiero y deseo y es mi determinación, seguir al Señor, ser su ministro, anunciar el evangelio, con orgullo, sabiendo que soy instrumento, deseando dejar todo lleno del evangelio, y llegando a donde nadie a anunciado el amor de Dios.
¡Ayúdame Madre!