Puestos en la presencia de Dios, invocamos la intercesión de nuestros amigos más queridos, los santos. Pedimos al Padre y al Hijo y su Espíritu el don de la oración. Invocamos a S. José, y a Sta. María que velen junto a nosotros durante este rato.
Repasamos los textos a meditar (leyendo o recordando) y nos dejamos llevar por el Espíritu Santo.
- 1ª Lectura (L. Sabiduría 13, 1-9).
La tentación de adorar criaturas, obras de Dios, o adorar creaciones humanas (ciencia, trabajo, técnica, poder, dinero…), parece que es de antiguo.
No nos pase que somos de aquellos que escuchan y saben la palabra de Dios, pero no se dejan cuestionar por ella. Estemos atentos, sin embargo, a las manifestaciones de Dios a través de los más pequeños… “dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos”.
Ellos están unidos, alegres, contentos… están marcados por la impronta de las bienaventuranzas ¡Estos sí que son SIGNOS ÓPTIMOS DEL DIOS VERDADERO!
- Salmo 18
Alegrémonos de tanto amor por el Dios creador. ¡Menudo Salmo! ¡Qué clara y limpia es la verdad¡ Ciertamente al corazón le atrae escuchar expresiones como:
- “El Cielo proclama la gloria de Dios”.
- “Sin que se escuche su voz, resuena su eco por toda la tierra” (acordémonos de nuevo de las bienaventuranzas ¿conoces a gente pobre, mansa, humilde, limpia de corazón, sufrida,…? ¿No está hablando aquí El Señor?
- “Purifícame de las faltas ocultas” “presérvame además del orgullo para que no me domine”.
El Salmo nos habla de un Dios enamorado por sus criaturas, que conduce a la humanidad con suavidad, que da sabiduría al simple. ¿Qué espera a cambio? Que le amemos, que le hagamos caso, que no pequemos.
Él, como premio, promete amarnos con fuerza (somos de su misma carne –su creación-) y cuidarnos “como a la niña de sus ojos”.
Oración: no permitas, mi Dios y Señor que te ofenda, que quiera ser grande. Haz que sólo desee servirte. Que todo cuanto haga, piense y quiera, sea tuyo, mi querido Padre.
- Evangelio Lc 17, 26-37. “El Hijo del hombre y su venida”
Traer a la memoria, cada cierto tiempo, ese instante de encuentro con Jesús, al final de la vida terrena… ¡ qué saludable ejercicio de amor!
En esa charla con Él preguntémosle ¿A qué estoy apegado? ¿Cuál es la ilusión de mi corazón?
Qué calidad tiene mi amor, en la práctica; (vestir al desnudo, dar de comer al hambriento, visitar al enfermo… Donde pone ese necesitado con mil caras, traduzcámoslo a nuestro entorno diario... ¿Doy de “beber” una palabra de consuelo al vecino cuando me encuentro en el portal?
Puestos a pensar quizá nos ayude valorar el premio eterno. Para que nuestro corazón se fortalezca también por las sorpresas que Dios prepara a los que le aman. Para que así corramos más a hacerle caso, para que amemos con más profundidad, sin mirar atrás. Para que corramos a hacerle caso, para que amemos con más profundidad, sin mirar atrás. Para que Dios sea nuestro amigo, le creamos y queramos cuanto escuchamos en su evangelio. La fe, el amor de Dios, la ayuda de Jesús y la fuerza del Espíritu Santo no nos han de faltar.