10 mayo 2012. Jueves de la quinta semana de Pascua – Puntos de oración

Hoy celebramos la fiesta de san Juan de Ávila, que, como anunció Benedicto XVI en la JMJ el año pasado, en breve será proclamado doctor de la Iglesia. San Juan de Ávila fue un gran apasionado del amor de Dios, como lo fue Manolo Amorós, cruzado de santa María, que acaba de partir al cielo. Los dos compartirán ya sin velos el amor de Dios uno y trino y el de la Virgen, a quienes consagraron su vida en la tierra. Ahora nos hacen guiños para que nos apresuremos y disfrutemos como ellos, ya sin sobresaltos, la felicidad eterna. Hoy podemos pedirles en la oración que nos enseñen cómo es el Cielo y que nos alcancen de Dios Padre, “sumo eterno Creador, que un día en su regazo sea el círculo mayor”, es decir, que este pequeño círculo que formamos en la tierra, llegue a fundirse en un único círculo en el abrazo del Padre.

También podemos en la oración saborear el evangelio de hoy, con las palabras de san Juan de Ávila, glosadas por Abelardo. ¡Vaya mezcla explosiva de fe y amor!

1. Como el Padre me ha amado, así os he amado yo”. Comenta Abelardo: “Aunque el peso de nuestras miserias nos aplaste y nos haga sentirnos incapaces de alcanzar la santidad, no debemos olvidar jamás el amor inmenso que Dios nos tiene. Su amor no varía. Nos ama porque Él es el amor. No necesita amar como nosotros, que amamos a las criaturas cuando vemos en ellas belleza, bondad, perfección. Dios no está ciego, nos dice san Juan de Ávila. Dios nos ve con nuestras imperfecciones, miserias, limitaciones. Y sin embargo nos ama a pesar de todo esto, porque Él es el Amor, es la bondad, es la perfección. Dios nos quiere y nosotros hemos de sacar de su amor la confianza. Una confianza sin límites. Una confianza que nos lleve a comunicar a todos nuestros hermanos de este mundo que la felicidad que buscan, que necesitan, que anhelan, está en Dios” (Aguaviva p. 79).

2. Permaneced en mi amor”. Escribe Abelardo al respecto: «San Juan de Ávila, nos dice: “¡Oh, amor divino, y cuánto eres mayor de lo que pareces!” Y añade: “Ésta es la mayor señal que puede haber de amor, poner la vida por sus amigos; mas es señal y no igualdad. Pues si tanto te debo por lo que hiciste por mí, ¿qué tanto más te deberé por lo que deseaste hacer?”. Supliquemos al Señor, con la intercesión de la Virgen, Madre Dolorosa, que nos dé ojos y corazón para sentirlo y conocerlo, así agradeceremos siempre la misericordia de nuestro Señor y no nos cansaremos de cantar sus alabanzas. Y que nos dé fuerzas para corresponder, porque amor con amor se paga» (Aguaviva 198-199).

Y en otra ocasión: «Hemos sido creados para amar a Dios y ser amados por Él. “Elegidos antes de la creación del mundo para ser santos e inmaculados en su presencia” (Ef 1, 4). Y las criaturas se nos han dado para amar a Dios y ser amados. Ser santo es tan difícil como saber amar. Y amar bien es elegir bien. Las cosas no son Dios, aunque son de Dios. Por eso, no debemos enamorarnos de las señales y dejar por ellas al que las hace, dirá san Juan de Ávila» (Aguaviva p. 299).

3. “Que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud”. Comenta así Abelardo: «Dice san Juan de Ávila: “Nos sigues como si te fuese la vida en hallarnos, y huimos de Ti como si nuestra muerte y perdición estuviese en hallarte”. Precisamente hacemos todo lo contrario a lo que realmente apetecemos y buscamos. Es Dios lo que apetece y busca el corazón humano. Y ¡qué ciegos estamos! No vemos que los placeres de esta vida, si son materiales, pasan y solo nos queda la queja de ellos por su brevedad y su vanidad pasajera. ¿A quién queremos contentar? ¿A Dios o a nosotros? En Dios está nuestro gozo y reposo» (Aguaviva p. 291).

Oración final. Acudimos a la Virgen de nuevo con las palabras de san Juan de Ávila interpretadas por Abelardo: «Mirarle [a Jesús] a través de los ojos de la Madre que lo tiene en sus brazos. Madre y Virgen “tan virgen como las vírgenes y tan madre como las madres” (san Juan de Ávila). No te canses de acudir a Ella. Si lo puso en un pesebre, mejor lo pondrá en tus brazos, y mucho mejor en tu corazón». (Aguaviva, p. 79). Ella habrá recibido al primer cruzado laico que ha llegado a la meta con las palabras con que recibíamos sus canciones en los fuegos de campamento: “¡Manolito Amorós ha venido; Manolito Amorós ha llegado…!”

Archivo del blog