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El capítulo 17 de S. Juan es conocido como la Oración Sacerdotal. Leía en estos días que este título se le debe al protestante David Chytraus, que lo bautizó así. Jesucristo aparece en ese capítulo haciendo una oración de intercesión al Padre, momentos antes de su inmolación…
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Un capítulo, el 17, se suele dividir en tres partes:
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1ª Parte: Jesús ruega por sí mismo (Jn. 17,1-5).
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2ª Parte: Jesús ruega por los discípulos (Jn. 17,6-19).
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Ruega por aquellos que Dios le confió y que lo aceptaron como el enviado del Padre (Jn. 17,6-10).
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Pide por ellos más en particular, para que se mantengan el camino de la salvación (Jn. 17,11-13).
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Pide por su santificación en la verdad en medio de un mundo dominado por el odio (Jn.17,14-19).
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3ª Parte: Jesús ruega por los futuros creyentes (Jn. 17,20-23).
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Hoy para nuestra oración, podemos ponderar dos temas magistrales de esta oración de Cristo:
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La unidad, a la que está haciendo alusión el Señor, consiste en mantenerse fieles a la palabra de Dios revelada por El. Esta fidelidad es el mejor reflejo de la unidad del Padre y del Hijo, y por eso no se puede prescindir de ella, para que la palabra sea auténtica y veraz…
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La santificación o consagración de los discípulos bien puede significar, el que han sido liberados de la mentira y enviados al mundo… No los separa del mundo, sino que los preserva del mal que hay en él.
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El concepto mundo aparece en el texto nada menos que nueve veces…
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La santificación, por lo tanto, es la separación del mundo y al mismo tiempo su envío a él… Paradoja curiosa, pero cierta…
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Mantengámonos en el mundo y al mismo tiempo, santifiquémonos en el, mediante nuestra consagración a la verdad, que es Jesucristo., conocido, amado y vivido…
