Estamos en los últimos días de este mes de la Virgen: no queremos dejar de mirarla, “para que la fragancia de sus virtudes perfume nuestras vidas”. En los textos del mes de mayo del librito de Abelardo que hemos estado disfrutando estos días, hay una constante, la de que somos para María su Jesús y su misión es la de hacer de nosotros “otro Cristo” para el Padre de los cielos. Para eso necesita que confiemos en Ella, que nos hagamos muy pequeños para poder entrar en su Corazón Inmaculado, creyendo en el amor de Dios en toda circunstancia, por difícil que nos parezca.
Buscamos en la carta que Dios nos dirige en este día por medio de las lecturas de la Misa una Palabra de vida que sea “lámpara para nuestros pasos”.
- “Os han traído el Evangelio con la fuerza del Espíritu enviado del cielo”. Hemos celebrado este domingo la Solemnidad de Pentecostés, momento en el que nace la Iglesia y es enviada con la fuerza del Espíritu Santo a anunciar el evangelio. Esta es la Buena Noticia del Evangelio: “En Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios” (Pablo VI). Pidamos que hoy todos los cristianos podemos ser anunciadores de este evangelio con la fuerza del Espíritu Santo. Que se nos presenten ocasiones para testimoniar a Jesús, con nuestra vida y con nuestra palabra.
- “El que os llamó es santo; como él, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta”. El evangelio es fuerza transformadora para quien lo recibe, pues comunica el don del Espíritu Santo, que es fuego que purifica y enciende en un nuevo amor los corazones, el amor de Dios. Es difícil creer que es posible la santidad cuando nos vemos acosados por miserias y tentaciones, pero cómo dice el apóstol Pedro, la razón de esta llamada está en la Escritura: «Seréis santos, porque yo soy santo». Si creemos en el amor de Dios y en todo lo que ha hecho por nosotros, no podremos dejar de esperar que nos conceda el don de la santidad, al que tenderemos con todas nuestras fuerzas. Este acto de humildad es el que abre el camino de la santidad, como decía San Felipe Neri, llevándose la mano a la frente: “La santidad cabe en tres dedos”; es decir, la clave es la humildad de la mente. ¿Tendremos tres dedos de frente para no desanimarnos nunca de estar empezando siempre?
- “Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Esta confesión de amor y de seguimiento a Jesús, por parte de Pedro, arranca del Señor una promesa de fecundidad y de felicidad eterna: Todo lo que entreguemos por el Evangelio, no solo no lo perderemos, sino que lo recibiremos centuplicado y además, alcanzaremos la vida eterna. La vida de los santos es comprobación de esta verdad evangélica. No han perdido nada y lo han ganado todo. Jesús mismo es el ciento por uno y la verdadera vida de quien se le entrega. Hagamos la prueba en este día: renunciemos a algo por Jesús y por anunciar el evangelio. La alegría del corazón será la señal de que Dios no se deja ganar en generosidad. Todo lo que no se da, se pierde. Sólo lo que damos se libra de la corrupción, porque es como si lo enviáramos a la eternidad.
¡Madre, que el calor de tu mirada maternal nos aliente en nuestras luchas en este día!