“Haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo,
Alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna” (oración colecta del domingo)
Yo soy la vid vosotros los sarmientos
permaneced en mí y yo en vosotros
Sin mí no podéis dar fruto
En la parábola del evangelio de hoy encontramos ante todo una maravillosa certeza: que estamos enraizados en algo que nos da estabilidad y fuerza, que no somos niños abandonados tras su nacimiento, que no somos seres aislados sin apoyos, y que tampoco somos criaturas de un Creador incomprensible, sino que estamos vinculados a un origen que nos da fuerza y produce fruto, y que así podemos vivir una vida llena de sentido. Es la afirmación que recorre todo el evangelio.
Esta exigencia es tan apremiante que tras ella aparece una amenaza: el que no permanece en mi se seca, se le corta y se tira. Esto se produce, por así decirlo, naturalmente, y también personalmente pues el propio Dios Padre, procura la unidad de su Hijo con sus sarmientos. Sin mí no podéis hacer nada.
Tres expresiones del evangelio de hoy que nos ayudan a rezar, a comprometernos, a pensar nuestra vida: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; permaneced en mí y yo en vosotros. Sin mí no podéis hacer nada. Nos dan fundamento, responsabilidad, y confianza.
Una idea más, este fruto será abundante. Es importante subrayar que ha de ser abundante y no sólo un poco de fruto para mi personal uso y consumo: tiene que ser abundante de modo que pueda ser ofrecido como alimento para que el mundo tenga vida, pues es por ese “mundo entero” por el que Cristo se entregó a la muerte y resucitó a la vida nueva, y es ese “todo el mundo” al que tenemos que mirar desde la luz que hemos recibido con el don de la fe en Jesús, el Señor, el Cristo, la Vid que nos transmite la savia que hace nuestra vida fecunda también para los demás.
Feliz domingo de Pascua en compañía de María, nuestra Madre, en cuyo seno se injerto la Vid verdadera, el fruto de su vientre.
Permanezcamos unidos a ella para dar fruto