Entresaco unas frases que me llaman la atención de las lecturas de este día. Con ellas busco actualizar mi fe para que mi oración surja con mayor fuerza:
el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis,
y en el que estáis fundados, y que os está salvando:
que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras;
que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras.
Pablo nos tramite el Evangelio por su proclamación y aceptación. El Evangelio se convierte en el fundamento de nuestra vida y actúa salvándonos, es decir manteniendo en nosotros la vida de Dios, su gracia. El contenido esencial de este Evangelio que Pablo ha recibido y trasmite es el misterio pascual: la muerte y resurrección de Jesucristo. Jesús murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación, dirá en otro lugar. La doble referencia a las Escrituras refuerza la importancia de lo que nos comunica. Quiere Pablo que acojamos con firmeza el núcleo de la fe: Jesucristo que me amó y se entregó por mí; y dirá Pablo, yo me debo entregar a Él. En esa obediencia de fe radica la realización de mi vida; la conciencia es iluminada por la fe y encuentra el camino de su realización.
La meditación de la fe se hace oración que despierta en nosotros el amor a Jesucristo con la riqueza del amor sobrenatural. Así entramos en el evangelio de este día:
Yo soy el camino, y la verdad, y la vida
Nadie va al Padre, sino por mí.
yo estoy en el Padre, y el Padre en mí.
El texto de san Juan está lleno de resonancias, es síntesis de la verdad sobre Jesucristo que acogemos con un sentimiento de admiración y sobrecogimiento. Jesús quiere introducirnos en el misterio de Dios. Sólo Él puede; sólo Él une este misterio con nuestra vida. San Agustín comenta este pasaje con gran belleza: «Si lo amas, síguelo. “Lo amo —me respondes—, mas, ¿por dónde he de seguirlo?” Si el Señor, tu Dios, te hubiese dicho: “Yo soy la verdad y la vida”, tú, deseoso de esta verdad y de esta vida, tendrías razón de decirte a ti mismo: “Gran cosa es la verdad, gran cosa es la vida; ¡si hubiese un camino para llegar a ellas!” ¿Preguntas cuál es el camino? Fíjate que el Señor dice en primer lugar: Yo soy el camino. Antes de decirte a donde, te indica por donde: Yo soy —dice— el camino. ¿El camino hacia dónde? La verdad y la vida. Primero dice por dónde has de ir, luego a dónde has de ir. Yo soy el camino, yo soy la verdad, yo soy la vida. Permaneciendo junto al Padre, es verdad y vida; haciéndose hombre, se hizo camino. No se te dice: “Esfuérzate en hallar el camino, para que puedas llegar a la verdad y a la vida”; no, ciertamente. ¡Levántate, perezoso! El Camino en persona vino a ti, te despertó del sueño, si es que ha llegado a despertarte; levántate, pues, y camina».
La oración cristiana está llena de la verdad sobre Jesucristo; empapémonos de esta verdad para que nuestra oración sea verdadera y luz para nuestros pasos.