3 de mayo 2012. Santos Felipe y Santiago, apóstoles – Puntos de oración

Entresaco unas frases que me llaman la atención de las lecturas de este día. Con ellas busco actualizar mi fe para que mi oración surja con mayor fuerza:

el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis,
y en el que estáis fundados, y que os está salvando:
que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras;
que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras.

Pablo nos tramite el Evangelio por su proclamación y aceptación. El Evangelio se convierte en el fundamento de nuestra vida y actúa salvándonos, es decir manteniendo en nosotros la vida de Dios, su gracia. El contenido esencial de este Evangelio que Pablo ha recibido y trasmite es el misterio pascual: la muerte y resurrección de Jesucristo. Jesús murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación, dirá en otro lugar. La doble referencia a las Escrituras refuerza la importancia de lo que nos comunica. Quiere Pablo que acojamos con firmeza el núcleo de la fe: Jesucristo que me amó y se entregó por mí; y dirá Pablo, yo me debo entregar a Él. En esa obediencia de fe radica la realización de mi vida; la conciencia es iluminada por la fe y encuentra el camino de su realización.

La meditación de la fe se hace oración que despierta en nosotros el amor a Jesucristo con la riqueza del amor sobrenatural. Así entramos en el evangelio de este día:

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida
Nadie va al Padre, sino por mí.
yo estoy en el Padre, y el Padre en mí.

El texto de san Juan está lleno de resonancias, es síntesis de la verdad sobre Jesucristo que acogemos con un sentimiento de admiración y sobrecogimiento. Jesús quiere introducirnos en el misterio de Dios. Sólo Él puede; sólo Él une este misterio con nuestra vida. San Agustín comenta este pasaje con gran belleza: «Si lo amas, síguelo. “Lo amo —me respondes—, mas, ¿por dónde he de seguirlo?” Si el Señor, tu Dios, te hubiese dicho: “Yo soy la verdad y la vida”, tú, deseoso de esta verdad y de esta vida, tendrías razón de decirte a ti mismo: “Gran cosa es la verdad, gran cosa es la vida; ¡si hubiese un camino para llegar a ellas!” ¿Preguntas cuál es el camino? Fíjate que el Señor dice en primer lugar: Yo soy el camino. Antes de decirte a donde, te indica por donde: Yo soy —dice— el camino. ¿El camino hacia dónde? La verdad y la vida. Primero dice por dónde has de ir, luego a dónde has de ir. Yo soy el camino, yo soy la verdad, yo soy la vida. Permaneciendo junto al Padre, es verdad y vida; haciéndose hombre, se hizo camino. No se te dice: “Esfuérzate en hallar el camino, para que puedas llegar a la verdad y a la vida”; no, ciertamente. ¡Levántate, perezoso! El Camino en persona vino a ti, te despertó del sueño, si es que ha llegado a despertarte; levántate, pues, y camina».

La oración cristiana está llena de la verdad sobre Jesucristo; empapémonos de esta verdad para que nuestra oración sea verdadera y luz para nuestros pasos.

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