1. Oración preparatoria hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en la presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo en esta semana en que nos preparamos con toda la iglesia con María, la madre de Jesús, y con sus hermanos, todos los cristianos, para vivir litúrgicamente el misterio de Pentecostés. Rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)
2. Petición: para ello leemos despacio la oración colecta que la iglesia nos propone hoy invitándonos a la alegría por la elección de San Matías y por nuestra propia elección a la vida eterna: “Oh Dios, que quisiste agregar a san Matías al colegio de los apóstoles; concédenos, por sus ruegos, que podamos alegrarnos de tu predilección al ser contados entre tus elegidos. Por nuestro Señor Jesucristo .Amén.”
3. Puntos para orar:
Etimológicamente Matías significa “don de Dios”. Clemente de Alejandría, basándose en la tradición, afirma que San Matías fue uno de los 72 discípulos que el Señor envió a predicar durante su ministerio. Los hechos de los Apóstoles afirman que Matías acompañó al Salvador, desde el Bautismo hasta la Ascensión. Cuando San Pedro decidió proceder a la elección de un nuevo apóstol para reemplazar a Judas, los candidatos fueron José, apellidado Barsabá, de sobrenombre Justo y Matías. Finalmente, la elección cayó sobre Matías, quien pasó a formar parte del grupo de los doce. El Espíritu Santo descendió sobre él en Pentecostés y Matías se entregó a su misión. Clemente de Alejandría afirma también que se distinguió por la insistencia con que predicaba la necesidad de mortificar la carne para dominar la sensualidad. Esta lección la había aprendido del mismo Jesucristo. Según la tradición, predicó primero en Judea y luego en otros países. Los griegos sostienen que evangelizó la Capadocia y las costas del Mar Caspio, que sufrió persecuciones de parte de los pueblos bárbaros donde misionó y obtuvo finalmente la corona del martirio, según una antigua tradición, crucificado. Se dice que su cuerpo estuvo mucho tiempo en Jerusalén y que Santa Elena lo trasladó a Roma. (Tomado de: http://santopordia.blogspot.com.es/2012/05/14-de-mayo-san-matias-apostol.html)
San Matías fue elegido por Dios para entrar en el número de los doce que serían considerados columnas de la Iglesia, los apóstoles del Cordero cuyos nombres están en los cimientos de la nueva Jerusalén (Ap 21,14). Una gracia inaudita a la que él se había preparado con el seguimiento humilde y creyente del Señor desde que Juan bautizaba, hasta el día de su ascensión. Dios ahora le llamaba, aparentemente mediante un sorteo, por azar, a ser testigo privilegiado del Señor. Ninguno de los apóstoles hizo nada para pedir esa gracia. A Judas se la dieron y la perdió por su culpa. Simón el Mago quiso comprar con dinero la gracia de hacer milagros como los apóstoles y se hizo despreciable. (Hechos 8, 17-25). Dios nos ha dado muchas gracias: la vida, la fe, la salud, familia,… No fuimos merecedores de ellas pero tenemos una responsabilidad ahora al ser conscientes de ellas. No las perdamos como Judas por nuestros pecados. Arrepintámonos de ellos. Seamos fieles y hagámonos disponibles para más gracias del Señor, como el fiel Matías, primero discípulo y después Apóstol del Cordero, en ambos casos por elección gratuita del Señor.
4. Palabras de Benedicto XVI en la audiencia general del miércoles 18 de octubre de 2006 sobre San Matías: (…) Al concluir, queremos recordar también a quien, después de Pascua, fue elegido en lugar de Judas el traidor. En la Iglesia de Jerusalén se presentaron dos a la comunidad, y después sus hombres fueron echados a suerte: «José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y Matías» (Hechos 1, 23). Precisamente este último fue el escogido, y de este modo «fue agregado al número de los doce apóstoles» (Hechos 1, 26). No sabemos nada más de él, a excepción de que fue testigo de la vida pública de Jesús (Cf. Hechos 1, 21-22), siéndole fiel hasta el final. A la grandeza de su fidelidad se le añadió después la llamada divina a tomar el lugar de Judas, como compensando su traición. Sacamos de aquí una lección: si bien en la Iglesia no faltan cristianos indignos y traidores, a cada uno de nosotros nos corresponde compensar el mal que ellos realizan con nuestro testimonio limpio de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.
5. Unos minutos antes del final de la oración: Avemaría o Salve a la Virgen.
6. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar y al hacer la oración. Pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.