Santa María, espejo de justicia, espejo de santidad
Nos adentramos en el mes de mayo, mes dedicado a la Virgen. Propongo para la oración de hoy considerar uno de los títulos de la Virgen en las letanías del rosario: santa María, espejo de justicia. Nos centraremos en cuatro puntos.
1. Cuentan que una expedición de alpinistas llegó a una aldea remota de los Andes. Enseguida los niños rodearon a los recién llegados y les hicieron un ruidoso recibimiento. Mientras los otros miembros de la expedición preparaban sus pertrechos, una montañera sacó de la mochila un espejo, pero antes de llegar a utilizarlo, se percató de que unas cuantas niñas, boquiabiertas, la miraban con ojos llenos de asombro, y le preguntaban: -“¿Qué es lo que tienes en las manos?” Ella dedujo que nunca antes habían visto un espejo. –“¡Qué curioso! -les dijo- vosotras no sabéis lo que es un espejo, y yo, sin embargo, no sabría vivir sin él”. Y se dirigió a la niña que llevaba la voz cantante: -“¡Toma, te lo regalo!”. La sorpresa en las caras dio paso al entusiasmo en la nube entera de niñas, que se alejaba ahora corriendo sin dejar de dar gritos. Pero no pasó mucho tiempo antes de que volviera la niña del espejo. Su rostro había perdido el entusiasmo. La montañera le pregunto: -“¿Qué ocurre? ¿Ya no te gusta el espejo?”. –“No, no es eso… -respondió la pequeña-. Es que aquí veo mi cara todo el tiempo, y me aburro. ¿No tendrás otro en el que se vea la cara de mis padres, de mis hermanos y de mis amigas...?” Hasta aquí el cuento con moraleja… Podemos preguntarnos: cuando miramos el espejo de nuestra vida, ¿a quién buscamos? ¿Qué se ve en él? ¿Seríamos capaces de regalárselo a alguien?
2. Exclama san Juan de la Cruz en el Cántico Espiritual. “¡Oh cristalina fuente / si en esos tus semblantes plateados / formases de repente / los ojos deseados / que llevo en mis entrañas dibujados…!” ¡Esos ojos deseados son los del Amado, Jesucristo! Lo cantaba en otra coplilla Santa Teresa: “Véante mis ojos / dulce Jesús bueno / veánte mis ojos / muérame yo luego”. ¿Llevamos dentro el deseo ardiente de ver a Jesús? ¿Deseamos rasgar las apariencias para ver reflejado en todo, en todos y siempre el rostro del Amado –esa es la vida de fe-? ¿Respondemos como los discípulos, llenos de entusiasmo, al ver resucitado a Jesús: “¡hemos visto al Señor!” (Jn 20, 24)? ¿Dónde encontrar esa “fuente cristalina”, que refleje a Jesucristo?
3. María es esa “cristalina fuente”, de semblantes plateados: sus ojos reflejan los de Jesús, sus gestos señalan a su Hijo. Todo en Ella refiere a Jesús: sus palabras -“haced lo que él os diga” (Jn 2, 5)-, sus obras -“junto a la cruz de Jesús estaba su madre” (Jn 19, 25)-. Donde está María está Jesús: -“entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre” (Mt 2, 11)-. Ella refleja la justicia, la santidad de Dios, por eso la llamamos en las letanías “espejo de justicia”.
4. Pero también María es un reflejo de lo que la humanidad aspira a ser. Ella es la “bendita entre las mujeres” (Lc 1, 42), la cumbre y el espejo de la santidad en el que nos podemos mirar, como Benedicto XVI nos dejó escrito: “entre los santos, sobresale María, Madre del Señor y espejo de toda santidad” (Deus caritas est 41), y como decía el P. José Kentenich: en Ella “Dios encarnó, en sus rasgos esenciales, la idea que tiene del hombre”. Y es que en María la Iglesia “ya ha llegado a la perfección, y por Ella se presenta sin mancha ni arruga (cf. Ef 5,27)” (LG 65). Los fieles, en cambio, aún nos esforzamos en crecer en la santidad, venciendo el pecado; y por eso levantamos nuestros ojos hacia María, que brilla ante la comunidad de los elegidos, como modelo de virtudes (cf. LG 65).
Oración final: Santa María, espejo de la justicia de Dios, y espejo de la santidad a la que aspiramos: vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y que en ellos veamos reflejados siempre los ojos deseados de tu Hijo y nuestro Señor.