27 mayo 2013. Lunes de la octava semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Preparemos nuestra oración de mañana, en este mes de mayo, ponderando con el corazón un texto mariano, entrañable, de nuestro querido P. Morales. Dice así:

             «Los tres secretos de María son tres secretos de amor. Una sinfonía del amor en tres tiempos maravillosos.

            El primer tiempo, el de la gracia, de la caridad de Dios hacia los hombres, su amor a María, llena de gracia. Segundo tiempo, el de la virginidad; es el amor de María que como rosa fragante, se abre hacia Dios, entregándose a Él sin reservas. Flor de consagración y renuncia. El tercer tiempo de esta sinfonía es la Encarnación, es la plenitud de este concierto de amor, la expresión más perfecta del amor de Dios al hombre y del amor del hombre a Dios.

            Dios te salve, María, santa Madre de Dios: ruega, bendice, apoya, visita. Tres llaves para los tres secretos: El primer secreto nos lo dio la mano blanca del ángel Gabriel cuando la saludó: “Dios te salve, llena de gracia”. Tendría ella 12 ó 13 años, no más. Vivía en Nazaret, ciudad pequeñita, desconocida en la geografía humana, pero que era para Dios la capital del mundo.

            En este Nazaret (jardín y torre, como significa su nombre), vivía María, la niña de los tres secretos. Llena de gracia, la gracia don divino, el mejor regalo que Dios puede hacer al hombre. Él encerró como en arca preciosa, este tesoro en el alma de María. Y lo encerró, sin escatimar: llena de gracia. Llena para si misma, sobreabundante, más que llena, para nosotros.

            Cuando la marea sube, y desaparecen las rocas y se pierde de vista la playa y hay plenitud en el mar, repetirnos: llena de gracia, Corazón Inmaculado de la Virgen.

            El segundo secreto lo abrió ella misma, con su propia llave, cuando dijo: “No conozco varón”. Es decir, estoy consagrada a Dios, por la entrega de mi virginidad, para Él solo. Y germinó en la tierra una flor hasta entonces desconocida: la virginidad. A esa flor, María, se acerca el Espíritu Santo. Siempre busca flores de virginidad en que poder posarse. Corazones que vivan el momento presente, corazones que no se dejen zarandear por la imaginación o la sensibilidad. En esos corazones se posa el Espíritu Santo, como en María, para cubrirla con su sombra, para convertirla en madre sin dejar de ser virgen. Para hacerla fruto, permaneciendo flor.

            El tercer secreto es el mayor de todos, la clave, la razón de ser de los otros dos. El secreto cuya llave es el mismo Dios quién nos la revela en la Sagrada Escritura. Una llave divina que abre un misterio oculto hasta entonces, oculto a los mismos ángeles. Cristo se encarna en las entrañas de María, es la salvación del mundo, es la salvación de todos los hombres. Obedeciendo, dice san Ireneo; es decir amando, porque obedecer es amar y amar es obedecer. Obedeciendo, la Virgen fue causa de la salvación propia y de la del mundo. Aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.

            Tres secretos de amor, y tres llaves. Y ahora llego yo con mi cuarta llave, la de mi libertad propia, que tan pronto cierra la puerta como la abre. La cierra unas veces a Dios para abrirla al ladrón, y otras veces al revés. Al ladrón que roba el amor y la gracia, al ladrón que es el sentimentalismo, la imaginación, la inconstancia. Madre, aquí tienes mi llave, ponla en tu llavero de los tres secretos, mi puerta abierta para la gracia, para que Cristo venga a mi vida. María, niña de los tres secretos; y Madre. Ama de llaves de mi casa y de mi vida, toma todos mis secretos, todas mis llaves; y que me deje yo bañar en la luz.»

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