Introducción: Vamos a meditar el evangelio de este domingo desde el corazón de
la Virgen. Esta semana hemos comenzado el mes de mayo, que en la tradición católica,
se dedica a honrar a la Madre de Dios. María es madre de la Iglesia y de cada
uno de nosotros, es el mejor modelo de discípulo porque supo escuchar a su hijo
y poner en práctica su palabra.
Celebramos hoy el día de la madre: Todos
tenemos dos madres, una biológica que nos ha dado la vida natural y otra
espiritual que es María quien nos da a Jesús, vida del mundo. Como hijos
debemos estar siempre muy agradecidos a nuestras madres, pues a ellas les
debemos prácticamente todo. No dejemos pasar este día sin demostrarles
nuestro amor mediante palabras y obras. Ellas saben que las amamos pero
necesitan también escucharlo. Qué oportuno sería rezar en familia el rosario,
ofrecido por nuestra madre, por su salud e intenciones. Para que la madre buena
del cielo interceda por toda la familia y se cumplan las palabras que leeremos
hoy del Apocalipsis: “La
ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la
ilumina y su lámpara es el Cordero” Estas
palabras se refieren a la nueva Jerusalén que es la Iglesia, pero también se
pueden aplicar a la familia cristiana, iglesia doméstica, en la que el bien
supremo debe ser Dios y Cristo su modelo.
“El que me ama guardará
mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en é1. El que
no me ama no guardará mis palabras”. (Jn 14,23)
Este texto está tomado del Testamento de Jesús, de su
Oración Sacerdotal. Por lo tanto se trata de palabras de hondo sentido que
deben ser acogidas en el corazón y puestas en práctica con mucho esmero. En tiempos
de Jesús estas palabras producían escándalo o la burla que se hace a un loco
(cf. 1Cor 1,18).
Hoy día el amor es una de las palabras más vacías de
contenido. Regresando nuevamente a la celebración del día de la madre, pienso
que nos podemos contagiar del ambiente materialista y consumista que cree que
el amor consiste en dar muchas cosas, dejando de lado lo importante, que es
darse uno mismo.
Amenos como Jesús que sin hacer alarde de su condición
divina, antes al contrario, tomando la condición de siervo, en obediencia al
Padre se entregó hasta la muerte y una muerte de cruz. Este amor debe ser
nuestro santo y seña, nuestro distintivo, por el que seamos reconocidos como
cristianos.
Para terminar nuestra oración, de nuevo nos dirigimos a la Virgen, nos
acogemos a Ella durante este día y durante todo el mes. Podemos recitar
lentamente alguna oración de consagración a María, por ejemplo, la parte final
de la oración de San Luis María Grignion de Montfort: “ ¡Oh Corazón Inmaculado de María, Madre
admirable! Presentadme a vuestro Hijo en calidad de eterno esclavo, a fin de
que, pues me rescató por Vos, me reciba de vuestras manos. ¡Oh Madre de
misericordia!, concededme la gracia de alcanzar la verdadera sabiduría de Dios,
y de colocarme, por tanto, entre los que Vos amáis, enseñáis, guiáis,
alimentáis y protegéis como a vuestros hijos y esclavos. ¡Oh Virgen fiel!
Hacedme en todo tan perfecto discípulo, imitador y esclavo de la Sabiduría encarnada,
Jesucristo, vuestro Hijo, que por vuestra intercesión llegue, a imitación
vuestra, a la plenitud de la perfección sobre la tierra y de gloria en los
cielos. Amén.