En este sábado que los cristianos lo
dedicamos a María las lecturas nos muestran como ella, la sin pecado, vivió su
vida. Tres ideas escogemos que parece que la Escritura ha narrado especialmente
para ella, aunque solo el Evangelio hace referencia en palabras de su Hijo
Jesús.
La primera lectura de San Pablo no dice
que “la Escritura presenta al mundo entero prisionero del pecado, para que lo
prometido se dé por la fe en Jesucristo a todo el que cree”
María en un mundo prisionero del pecado
no se deja arrastrar por derroteros que a hombres y mujeres de su tiempo y de
todos los tiempos, nos alejan a pasos agigantados de Dios y su voluntad
salvadora. Ella elige ser la esclava del Señor para que por la fe en su Hijo
todo el mundo se salve.
Seamos como Ella hombres y mujeres de fe
que nos convirtamos en esclavos del Señor por medio del sí salvador, a su
imitación, libremos a todos los que nos rodean de la esclavitud del pecado.
El salmo nos dice “Recurrid al Señor y a
su poder, buscad continuamente su rostro.” Ella recurrió al Señor y a su
poder, buscó todos los días de su vida su rostro y lo encontró en su Hijo,
aparentemente un hombre como todos, en el que supo ver a su Dios.
Busquemos como María continuamente Su
Rostro. La niebla de los quehaceres diarios nos lo quita de la vista pero no
lograrán quitar de nuestro corazón si recurrimos al Señor y a su poder como la
Virgen, que aún en su niñez, supo sin desfallecer complacer a nuestro Dios en su
humildad de Nazaret.
En el Evangelio Jesús mismo nos dice
“…dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen” refiriéndose sin
duda a su Madre.
Escuchemos nosotros la Palabra de Dios
como Ella y la pongamos en práctica para que no nos digan compañeras y
compañeros que hablamos de Dios pero no actuamos como Él quiere.
Señor, quiero recurrir a Tu poder y
buscar Tu Rostro sin descanso. María, madre mía del Cielo, ayúdame.