Día de guardia personal y colectivo, Primer Viernes. Una jornada en vela, para hacer lo ordinario de modo extraordinario. Comenzamos el mes recordando el nacimiento para la eternidad –XX años ya- de nuestro Padre Morales; lo culminaremos recordando su nacimiento. Es el mes del Rosario, de las Misiones, en el Perú el Mes del Señor de los Milagros (la Cuaresma Limeña) y por si fuera poco para vivir el XX Sínodo Limense.
Un día para saborear el pan nuestro de cada día, pero como si lo comiésemos por primera vez o la última.
1. Job (38,1)
El Señor habló a Job desde la tormenta: Cuéntamelo, si lo sabes todo. ¿Por dónde se va a la casa de la luz y dónde viven las tinieblas? Job respondió al Señor: «Me siento pequeño,… no añadiré nada.»
El Señor nos deja pasmados, en silencio, mudos, ante su grandeza. Lección de humildad que es andar en verdad. Sólo sé que nada sé. Pero, Tú, Señor, lo sabes todo… y ¡sabes, que te quiero!
2. Salmo 138
Para paladear, porque “Tú, Señor, tú me sondeas y me conoces... Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente, porque son admirables tus obras.
3. Lucas (10,13-16)
«¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido”
El Señor nos avisa, somos “Corozaín y Betsaida” que han contado con numerosas ayudas, muchos milagros pero sin cambios ni conversiones. Hay que fijarse en Tiro y Sidón. Convertirse es enamorarse nuevamente de Dios, borrón y cuenta nueva, dejarse hacer, amar sin reserva, vivir la presencia del Señor, siempre unido con María.