En este mes de
octubre, del Rosario y de las Misiones, celebramos hoy un santo tan misionero
como lleno de amor a la Virgen: San Antonio María Claret, fundador de una
Congregación de los Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de María. Iniciamos
nuestra oración pidiendo su intercesión para que en este día vivamos como hijos
de la Virgen, haciéndolo todo bajo su mirada maternal y entregados como Ella al
servicio del plan de salvación que Dios tiene para todos los hombres.
El evangelio
de este día nos llama a escrutar los signos de los tiempos:"¿cómo no
sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos
lo que se debe hacer?". Mirando a nuestro alrededor, viendo las
necesidades del hombre actual, no es difícil deducir lo que debemos hacer.
¡Tantos hermanos nuestros, tantos jóvenes, tantas familias y tantos corazones
que no tienen la luz de Cristo! Y si miramos a la humanidad, ¡cuántos lugares
donde no ha llegado la predicación del evangelio, cerrados a la buena nueva de
Jesucristo! Los signos de los tiempos nos llaman a la misión, nos urgen a
anunciar que tenemos un Salvador en quien encuentran solución y respuesta todos
los problemas e interrogantes de los hombres.
Comencemos por
profesar una ternura filial a María, estrella de la nueva evangelización. El
santo que hoy festejamos añadió a su nombre el nombre "dulcísimo de María,
porque María Santísima es mi Madre, Madrina, Maestra, Directora y mi todo
después de Jesús" (Autobiografía, 5). Consagrémosle hoy nuestro corazón,
nuestro cuerpo y alma con todas sus necesidades, nuestra vida, para que Ella
nos ayude a olvidarnos de nosotros mismos y a darnos a los demás. Ella nos
contagiará su preocupación por que todos sus hijos alejados conozcan a Jesús.
Así lo vivió san Antonio María Claret como lo atestiguan estas palabras que él
escribió para sus misioneros:
"Yo me
digo a mí mismo: Un hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde
en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y procura, por
todos los medios, encender a todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le
arredra, se goza en las privaciones, aborda los trabajos, abraza los
sacrificios, se complace en las calumnias y se alegra en los tormentos. No
piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo en trabajar, sufrir y en
procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de las
almas" (Autobiografía 34).
Sin duda que
estas palabras las suscribiría el P. Morales para sus cruzados y militantes,
para todos los que participan de su carisma de ser santos y misioneros en las
circunstancias ordinarias de cada día. Pidamos al concluir nuestra oración que
hoy se presenten ocasiones para contagiar el fuego del amor de Dios a quien más
lo necesite. Así podremos por obra la Palabra de Dios en este día "Os
ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados"
(Ef 4,1).