22 octubre 2014. Miércoles de la XXIX semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

El Evangelio de hoy es una insistente llamada a estar alerta y preparados para el encuentro definitivo con el Señor. Nuestro amo está de viaje: no le vemos en su figura humana, no nos regaña ni nos castiga por nuestros fallos, ni nos felicita cuando le agradamos. Es como si estuviera ausente. Pero si no somos necios, no olvidaremos que algún día volverá. Le veremos en los signos de la vida cotidiana igual que el administrador fiel: un hermano será una invitación a amar, nuestro trabajo una oportunidad de colaborar en el Reino… Incluso sabremos descubrir las prendas que el Señor se ha dejado en su casa: el Rosario, la confesión, los santuarios. Más aún, podremos entrar en sus habitaciones: las capillas que albergan un Sagrario. Nosotros tenemos más que el administrador fiel, tenemos la misma presencia del Señor. Pero necesitamos tener su misma mirada sagaz que nos muestre los signos de que el aparente abandono no es sino una ausencia temporal.
Nosotros hemos tenido el regalo de saber lo que el Señor quiere, de haber recibido esa mirada sagaz. Somos como San Pablo, que en la primera lectura se presenta como “el más insignificante de todos los santos” al que se le ha concedido una gracia: “anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo”. Esa es también nuestra misión. La misión de anunciar el Evangelio a todos aquellos que nunca han oído hablar de Dios, que nunca han oído hablar bien de Dios. También, como él, hemos sido investidos, no con nuestra fuerza, sino con la de Dios. Preguntémonos, ¿soy yo ese administrador fiel y solícito o seré como ese otro que maltrata a aquellos que Dios ha puesto a su cuidado? ¿Soy como ese buen pastor que es Cristo que da la vida por sus ovejas? ¿Cómo es mi vida profesional, familiar, de amistades? ¿Encuentro en ellas los signos de la presencia de Dios?
Podemos tomar fuerzas de la Palabra de Dios, mirando a la Eucaristía, cantando con el salmo:
Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso,
…y recobrando fuerzas en la memoria de las hazañas que el Señor ha hecho por nosotros.

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