19 octubre 2014. Domingo de la XXIX semana de Tiempo Ordinario (Ciclo A) – Puntos de oración

Dicen que la mayor parte de los dogmas de la Iglesia han sido declarados tras la aparición de una herejía. De tal modo parece que es así, que la doctrina de la Iglesia se ha ido configurando a lo largo de los siglos como consecuencia de una u otra herejía que ponía en duda, o negaba directamente, alguna parte esencial del evangelio o de la figura de Jesucristo. Es entonces cuando la Iglesia se veía obligada a revisar sus planteamientos, a estudiar más a fondo la Palabra revelada, y a explicitarla dejando expuesta de manera clara y precisa la verdad sobre el Evangelio o sobre la persona de Jesús. Gracias a este tipo de conflictos, las herejías, podemos decir que la Iglesia ha ido definiendo sus dogmas, y lo que parecía ser un capítulo negativo y oscuro en su historia acababa siendo fuente de luz y de verdad.

Algo parecido observamos que pasa en el Evangelio de hoy. Los fariseos y los herodianos en clara confrontación con la doctrina que expone Jesús, le plantean un conflicto de difícil resolución con la intención, no de conocer la verdad, sino de meterle en un callejón sin salida y dejarle en evidencia. Y, como suele ser frecuente en la vida de Fe, de lo inicialmente malo el Señor saca algo bueno. Dios de los males saca bienes, dice la sabiduría popular. Es así cómo de la mala voluntad de sus enemigos Jesús es capaz de hacer brillar la luz de la verdad. Con la conocida sentencia:

«Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» el Señor establece el punto de equilibrio entre lo humano y lo divino, entre nuestras obligaciones con el mundo y nuestras obligaciones con Dios.

A menudo nos ocurrirá algo parecido en nuestra vida, cuando surjan conflictos no buscados que acaban siendo fuente de luz y de verdad. Situaciones enquistadas, larvadas o no resueltas que revientan y salen a la luz. Apegos inconscientes a cosas o personas y que cuando nos faltan nos muestran la realidad de nuestro corazón. Vidas desencajas que al enfrentarse con la náusea y el vacío acaban en un proceso de conversión.


Todo esto es posible sí ante los acontecimientos adversos sabemos buscar al Señor, preguntándonos no tanto el “por qué me pasa esto” como el “para qué me pasa esto”. Así seremos capaces de sacar de los males bienes y renacer a la alegría después de cada conflicto. Es lo que proclama el lema del día de hoy, el domingo del DOMUND: “renace la alegría”.

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