El espíritu de Dios vino sobre él.
Iniciamos este rato de oración sabiendo que Dios está aquí, muy cerca de mí, que me ha estado esperando y que me quiere transmitir un poquito de su amor.
Pido ayuda a su Santo Espíritu, Padre de las almas pobres y pequeñas, para que venga con su luz y me acompañe, para que ore en mí, pues sin su divino impulso nada hay puro en el hombre, pobre de todo bien.
El vidente Balaan, gracias a que el espíritu de Dios vino sobre él, nos revela las palabras que escucha de Dios, las visiones que contempla del Poderoso, los planes del Altísimo que le ha dado a conocer. Y nos anuncia un don futuro, la venida del Señor en plenitud, de la que tenemos la primicia por su gracia en nuestro corazón.
Jesús estuvo ya en su primera venida. En este tiempo recordamos su paso entre nosotros y nos preparamos para su segunda venida. El Espíritu Santo, cuando oramos, mantiene y alienta el deseo del encuentro definitivo con el Señor.
Enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.
Si nos ayuda podemos dirigir este salmo a Jesús, pues todo lo que el Padre nos ha enseñado ha sido a través de su Hijo Jesucristo, nuestro Maestro.
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas.
Señor, sígueme educando con calma, que soy lento en aprender y torpe y me desvío de tu camino con facilidad.
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de mis pecados ni de mis maldades pasadas,
acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.
Haz que camine con fidelidad, y que no me canse de empezar una y otra vez; enséñame a ser paciente con los demás y conmigo mismo, porque tú eres mi Dios y Salvador.
¿Con qué autoridad haces esto?
Los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercan a Jesús con envidia para intentar pillarle en alguna afirmación y tener de qué acusarle. Le preguntan:
«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?»
Les responde con otra pregunta pues aún no había llegado su hora.
Sin embargo, en la pregunta de Jesús podemos obtener la respuesta. Lo mismo que el bautismo de Juan es del cielo, la autoridad de Jesús viene del Padre de los cielos, que lo acreditó con su poder ante los hombres.
Oramos con María
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.