San Juan era un apóstol de los más
cercanos a Jesús. Él mismo dice de sí mismo que era “el discípulo amado”.
Estuvo con el Señor desde el principio hasta el final. Fue uno de aquellos dos
primeros discípulos que al oír de Juan el Bautista “este es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo”, se fue detrás de él. Y fue el único que en el
momento de la cruz estuvo más o menos cerca. Por eso, es un testigo cualificado
de todos los acontecimientos de la vida de Jesús. Es un buen acompañante para
conocer todo lo que hizo y lo que dijo.
Cuando Juan se pone a escribir cartas a
los cristianos del siglo I, o al escribir su Evangelio, estamos hablando de un
testigo directo. Él mismo dice que transmite lo que ha visto, lo que ha oído,
lo que ha tocado. Juan es testigo, además, de la resurrección de Cristo. Llegó
el primero al sepulcro y vio que estaba vacío… pero, de tal forma vacío, que no
tuvo duda de que se había obrado la resurrección. Más tarde contemplaría al
Señor resucitado cara a cara.
Estas consideraciones son una magnífica
introducción a la oración de hoy. Necesitamos ver, oír y tocar a Jesús para
luego poder ser buenos testigos. No hay vuelta de hoja, si no conocemos a
Jesús, no podremos hablar de él. Podremos contar anécdotas o incluso parábolas,
pero no convenceremos a nadie. Lo verdaderamente importante de nuestra labor
apostólica es Jesús, y no nuestra forma de hacerlo. Por eso hay que orar mucho
y bien.
Escuchamos a Jesús en su palabra, en el Evangelio principalmente. Vemos a
Jesús en los demás hombres, especialmente en los más necesitados. Tocamos a
Jesús en la Eucaristía, donde no sólo se deja tocar, sino comer.
Lo que no nos pudo contar Juan de Jesús,
fue su nacimiento. Juan no habría nacido todavía. Pero sabemos que Juan recibió
a María en su casa por encargo de Jesús en la cruz, y nadie mejor que María
para contarle cómo fue todo. Podemos imaginarnos en algún momento de la oración
que somos Juan y que María nos cuenta cómo fueron aquellos días del nacimiento
del Mesías. Seguro que la Virgen lo contará acompañando el relato con más
detalles que los que los otros evangelistas, pudieron contar.
Disfrutemos de este rato en compañía de
la Madre –como si presente me hallase-.